Capítulo XIX

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-Bartolomeo no me hagas enojar- escuche a lo lejos la voz de mi esposa, abrí mis ojos lentamente; me estire satisfecho de la noche que pase, en  la casa de reposo mental nunca tuve una noche de este modo, la mayoría despertaba gritando por culpa d...

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-Bartolomeo no me hagas enojar- escuche a lo lejos la voz de mi esposa, abrí mis ojos lentamente; me estire satisfecho de la noche que pase, en  la casa de reposo mental nunca tuve una noche de este modo, la mayoría despertaba gritando por culpa de horribles pesadillas o no podía dormir porque extrañaba mucho a mi familia, volver a estar en mi hogar con mi esposa en mis brazos y mi familia rodeándome, me hacia sentirme en paz.

Bostece levantándome para recuperar mi rutina, en el lugar no deje de hacer ejercicio de cuidar mi estado físico y de hacer actividades de dispensación; hace más de un mes que no trabajaba o hacia algo aparte de descansar, me sentía  mal en el fondo, yo me fui a descansar dejando a mi esposa a cargo de todo y ahora ella no deseaba abandonar su trabajo.

Cuando termine de hacer ejercicio busque uno de mis trajes grises de oficina, hace mucho tiempo no los usaba y hoy ya debía regresar a la realidad; me afeite arregle mi cabello, perfume mi cuerpo y salí de la habitación, durante el camino me encontré con Marco y Gemma que ya se estaban preparando para irse, mi cuñada a la universidad y su novio a trabajar.

-Buenos días mi niño- dijo Rosa poniendo mi desayuno favorito en la encimera- ¿dormiste bien? - me pregunto mi nana, asentí deleitado con las delicias que preparaba esta mujer.

-3...2...1- dijo Gemma, la mire como si estuviera loca, luego un grito me distrajo.

-Bartolomeo Piero Ricci Lombardi- dijo la voz de mi esposa desde el segundo piso- te dije que te levantaras, ¿Qué acaso hablo en chino jovencito? - me atore con mi desayuno tratando de aguantar una carcajada- debes ir a la escuela, si no te veo listo en lo que preparo mi maletín de la oficina, tendrás otra semana sin tu iPad.

Rosa suspiro divertida y yo no pude evitar mirarlos, ellos ya se sabían hasta la rutina de regaños de mi esposa; me sentía desplazado por no entender que era lo que pasaba en mi hogar, pero sabía que poco a poco me acoplaría a esta nueva manera de vivir.

Sentí los pasitos de mi pequeño hijo por su habitación y diez minutos después él caminaba apresurado por las escaleras, estaba en un par de bóxer, sin nada más en su cuerpo, chorreando agua por donde pasaba; escupí mi jugo al verlo vestido de esa manera, con su pelo hecho una maraña y su cuerpo goteando agua, Gemma soltó una carcajada al verlo de esa manera.

- Sabes que si tu madre se resbala con las gotas de agua que dejaste- dijo Marco burlándose de mi hijo- ¿vas a llevarte un regaño muy feo? - pregunto mi amigo, mi hijo golpeo su frente y busco a Rosa mirándola con esos ojos de cachorrito, ella rodó los ojos y luego de dejarle su desayunó salió con un limpión a secar las andanzas de mi hijo.

-Cielo ¿Qué haces desnudo? - pregunté divertido al verlo tomarse apresuradamente su leche de su vaso de pitillo y llevarse su emparedado de queso a la boca.

-Mami me va a castigar si yo no estoy listo papá- dijo él pasándose la comida entera- estamos tarde, tarde - murmuro apresurado dejando la mitad de su emparedado, para nuevamente salir corriendo hacia su habitación desnudo.

¿Juntos? Por Siempre  ( #3 Saga Amor prohibido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora