CAPITULO 28

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Mamá me había levantado temprano hoy, puso mi mejor vestido a los pies de la cama. Era de color azul cielo con un moño blanco atado en la cintura, junto a unas zapatillas azules y medias blancas. 

Recuerdo que cuando le pregunté que se festejaba hoy, sus ojos se cerraron con fuerza. Parecía contener un secreto, parecía que la alegría de que yo haya hecho un nuevo amigo se había ido por completo. 

—Vístete y sal. No tardes— dijo con voz rota. 

Me levanté de mi cama y me puse el vestido, no recordaba que fuera un día especial. ¿Será qué comeríamos en el comedor por primera vez? A mi padre no le gustaba que fuéramos, le daba vergüenza comer ahí. 

Salí de mi habitación, encontrando solo a mi madre en la sala. Tenía un semblante triste y su rostro estaba pálido. Me acerqué a ella. 

—¿Estás bien?—dije poniendo una mano en su hombro, ella se quitó mientras se ponía de pie. 

—Vamos. Tu padre nos espera. 

Con pasos lentos se dirigió a la puerta, abriéndola lentamente. Me miró sobre el hombro esperando a que la siguiera. 

"Las cosas buenas se acaban, pequeña borreguita."

Algunos vecinos nos miraban sin disimulo alguno mientras pasábamos por el recinto. Mi madre llevaba la cabeza agachada mientras apretaba el paso dejándome un poco atrás. Llegamos al final del pasillo que daba entrada a nuestro recinto. Mi madre me dedicó una extraña mirada, mientras tomaba mi mano con fuerza. 

—¿A dónde vamos?—pregunté sin recibir respuesta. 

Seguimos caminando por otro buen rato hasta que llegamos a una parte del Arca que nunca había visto. Mi madre se detuvo un momento, soltó mi mano mientras suspiraba. Se inclinó hacia mi, su mirada llena de lágrimas y odio. 

—Quiero que siempre tengas presentes estas palabras, Elena—dijo en un susurro. Asentí asustada—Tú siempre serás la culpable de ésto. 

Sus palabras fueron lanzadas con tanto odio que algo dentro de mi se rompió ese día, una parte de mi murió ese día. 

Volvió a tomar mi mano y me arrastró por todo un pasillo, dónde al final de éste se encontraban unas puertas grandes. Dos guardias la custodiaban desde afuera, con armas listas para disparar. 

"Para dispararte."

—¿Ágata Petrov?—preguntó uno de ellos. 

Mi madre asintió con la cabeza. 

Los guardias asintieron y abrieron las puertas revelando otro pasillo. Dónde una vez más, al final de éste había una puerta más. A diferencia de éstas, la otra puerta era totalmente de metal. No era transparente ni se veía que fuera corrediza. 

Mi madre y yo caminamos por ese pasillo, parecía interminable. Un miedo indescriptible empezó a picarme en la nuca, mis manos empezaron a sudar. Y el deseo de ir a casa era tan grande que sentía que me sofocaba. 

"—Tú jamás debiste nacer."

Cerré los ojos ante las palabras de mi padre, quien las gritó una vez que entramos a la sala tras esa puerta. Era completamente blanca, con una mesa en el medio. Cuatro guardias se encontraban en las esquinas de ésta custodiándola. 

Gritos, lágrimas e insultos marcaron ese día. El día en que mis padres firmarían su divorcio, algo que no era muy permitido en el Arca. El testimonio de mi padre fue que él no quería vivir un día más conmigo. Que de solo verme podía jurar que escuchaba la voz del enemigo susurrándole al oído. 

TORMENTA |Bellamy B.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora