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Definitivamente, todo era un caos.

Habían ingresado nuevas criaturas del Inframundo a Zeirber. Entraron minuciosamente en calma por el agujero sin devoción alguna.

La multitud observaba detenidamente como emergían de él, indignados y desorientados por lo que estaba ocurriendo. Hombres y mujeres con batas negras y una especie de sombrero decoraban sus cuerpos, algunos sujetando a niños de las manos. Aparentaban un ejército apunto de proclamar un reino.

Un hombre brotó entre las especies, alto con una silueta delgada y rígida. Avanza lentamente hacía Hamnes, quien está a la espera.

—Vaya vaya, fabulosa bienvenida me recibe.

Hamnes no se inmutó, desesperado y con un aliento poco alentador, habla.

—Sería muy satisfactorio saber el por qué estás aquí.

El pueblo se siente espantado, los del otro mundo se encuentran en una serenidad plena y concisa.

—Bueno, mi querido amigo, he venido a rehacer esta parte del mundo — resopla el hombre, con un ápice de confianza —Consideré que sería prudente un cambio en su entorno.

Hamnes se fue acercando más y más al hombre, su esbelta y alta eminencia era diminuta junto a él.

—Estamos muy bien así — Soltó Hamnes, acompañado de una pequeña risa burlona — Pero gracias por tu sinceridad — continúa — Será mejor que retomen su camino por donde vinieron.

El hombre bajó su mirada, otorgando un sentimiento de debilidad. Hamnes sonrió ante su victoria y la multitud soltó una bocanada de aire en conjunto.

Al cabo de unos segundos, una risa frívola y de pocos amigos se entonó fuertemente en los oídos de todos. El feliz semblante de Hamnes desapareció para transformarse en uno de curiosidad.

—¿Estás muy seguro que nos iremos sólo porque tú lo decides? — Dio otro paso más hacia Hamnes, levantando su mandíbula y encarándolo — Este será nuestro próximo hogar, acostúmbrate mientras puedas.

Eso alarmó a las personas, gritos y sollozos se percibían en el entorno. 

Hamnes indignado y contradictorio, comenzó su búsqueda de la persona que pudo haber sido culpable de este catastrófico encuentro.

Kael.

[...]

Kael se encontraba tranquilamente sentado en uno de los ponteones del grande y pacífico Parque de las Almendras. Este era conocido por ser uno de los más importantes y preciosos jardines de todo Zeirber. Flores silvestres y almendras decoradas con cumbres de diamantes eran un perfecto centro de entretenimiento y paisajismo sinigual.

Respirando aire fresco y ojeando un pequeño trozo de papel, Kael admira desde lejos una figura impotente y con un aire de agobio acercándose a él.

Hamnes se planta justo frente a él, sudor corriendo por su frente y su respiración entre cortada es una alerta próxima.

Kael se levanta y habla — No imagino el por qué me buscabas.

—No seas sínico — Retomando su respiración de nuevo, prosigue — Sabes perfectamente lo que acabas de ocasionar.

Su rostro se tornó en curiosidad —En realidad, no tengo idea a lo que te refieres.

—¿Estás seguro? — Preguntó Hamnes — Acabas de dar paso a los entes con mayor poder maligno del Inframundo, espero estés contento.

El cuerpo de Kael se sentó ante la palabra de Hamnes, sus ojos se abrieron como platos y su postura se tornó débil.

—Sí así fuera, ¿Qué harías al respecto? — preguntó, girando los ojos.

Así En El Infierno Como En La TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora