Rostros de piedra - parte 1

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(Perdón banda, a partir de este cap se ponen bien densos xd)

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Obito está pensando sobre las cosas que tiene por hacer. Los documentos se amontonan sobre el escritorio y de alguna manera todos parecen demasiado importantes como para intentar priorizar.

Es un problema frecuente en él, llegando tarde a todos lados y perdiendo la noción del tiempo. Todavía le resulta un poco incómodo ver su rostro tallado en la montaña de los Hokages, con la constante sensación de sentirse inmerecedor. Y cuando levanta la vista casi parece perdido entre si se trata de un amanecer o un atardecer. Es difícil entender algo entre todas las vueltas de su mejilla derecha.

De todos modos, Obito no tiene tiempo para esto, de entre todas las cosas. Ya tiene suficiente con que sean las cuatro y no las doce como creía, y también con la idea de que ha hecho una línea extraña en el lugar donde se suponía que tenía que poner una firma.

Él baja el lapicero lentamente cuando Gai se detiene delante de su escritorio. Está sonriendo, por supuesto, y Obito quiere ignorar el hecho de que parece ser más grande y más musculoso que la última vez. Todavía es difícil creer que fue aquel pequeño niño en el que nadie creía, no muy diferente a él en ese entonces y no muy diferentes ahora tampoco, en realidad.

Obito se aclara la garganta para tratar de concentrarse y le devuelve la sonrisa a Gai de buena manera.

Es difícil mirar su rostro cuando el traje de Gai parece húmedo y demasiado pegado por todos lados. La vida ha sido bastante buena con él y Obito casi puede sentir los nervios y la ansiedad golpeando su estómago.

— He traído mi reporte de misión — Gai dice jadeando, porque no hay manera en la que Gai hubiera llegado ahí de otro modo que no fuera corriendo y aprovechando el viaje para entrenar.

— Sí, gracias — Obito se aclara de nuevo la garganta y extiende la mano para recibir el documento, rogando que Gai no vea el temblor en sus dedos.

Gai deslumbra con su sonrisa, es la misma sonrisa que la de aquel niño delgado y pequeño que un día lo golpeó en los exámenes chunin, pero de alguna manera se ve diferente. Fresca y real. Y dirigida a Obito de todas las personas.

— Se ve bien — Gai dice y Obito pestañea como un tonto ante esas palabras, preguntándose si se perdió en la conversación.

— ¿Disculpa?

— Tu rostro — lanza y su sonrisa se hace más ancha al mismo tiempo que el corazón de Obito se agita furiosamente antes de que Gai pueda señalar — En la montaña Hokage, quiero decir.

Con la cara sonrojada Obito se acomoda en su lugar y se reprende internamente por pensar mal, porque, por supuesto, no es como que Gai esté coqueteando con él, ¿verdad?

— Ah, gracias — dice conversacionalmente, como si realmente pudiera evitar la expresión aturdida y el color obvio en sus mejillas — No es como lo imaginaba cuando era niño, pero... — Obito se rasca la nuca y se detiene en seco. Es un gesto que todavía conserva de su niñez, esa vergüenza extraña y la manía de subir sus manos a su frente para bajar las gafas, excepto que ahora no tiene gafas y solo se topa con el vuelo de su cabello.

— ¡Creo que se ve justo como yo lo imaginé! — Gai infla el pecho, todo él, y Obito se sorprende porque Gai realmente puede verse aún más grande de lo que ya es.

— ¿En serio? — Obito silba y gira una vez más sobre su hombro para mirar su propio rostro y no importa como lo piense, es imposible que alguien haya pensado que se vería exactamente así — Ya sabes, yo creí que para entonces tendría mi cara completa y...

— Expresa perfectamente tu valor y tu esfuerzo, Obito, ¡luces fantástico! — Gai sonríe y lo mira con franqueza y sinceridad.

Obito tiene que apartar la mirada porque los ojos de Gai de pronto parecen demasiado. Él ni siquiera parece mirar esas cicatrices en su rostro, no lo ha hecho ni una sola vez, y lo hace entender que cuando mira aquel rostro en la piedra tampoco lo ve.

Pero no es exactamente sorprendente, Gai ha sido siempre de esa manera. Libre de paradigmas y miedo, la clase de persona que no tiene complejos y que es incapaz de juzgar a alguien por tonterías como esa.

Él ha sido agradable con Obito desde que comenzó a recordarlo, luego del accidente de la piedra y de que Obito despertara en el hospital como un héroe que salvó a su compañero de equipo. Gai fue entonces con flores a su habitación por haber salvado a su "eterno rival" y en la puerta giró y le sonrió.

Todo fue mejor desde ese día entre ambos. Gai había encontrado una especie de motivación rara en él, e incluso cuando se volvió mucho más fuerte, todavía tenía tiempo para saludarlo y perseguirlo de vez en cuánto. Se habían hecho compañeros y con el tiempo amigos cercanos.

De todos modos, Obito estaba agradecido siempre por la amabilidad de Gai, por esas sonrisas que lo hacían sentir cálido e ingrávido, incluso cuando generalmente se sentía casi incapacitado para respirar cuando Gai estaba volando alrededor.

— Gracias, Gai — Obito dice en un suspiro y vuelve los ojos a Gai.

Y de pronto parece que cualquier otra cosa desaparece también de Gai porque solo puede ver lo fuerte y valiente que es, lo mucho que se ha esforzado y las cosas grandiosas que ha hecho por la aldea. Lo ha ayudado mucho ahora que fue nombrado Hokage, a decir verdad.

— Tú también te ves genial — las palabras se escapan de su boca antes de que pueda detenerlas y Obito siente el flujo ruidoso de su sangre y el golpe de su corazón — ¡Quiero decir, yo...!

— ¡Gracias! — Gai se ríe con frescura y mira una vez más afuera — Excepto que yo no estoy en una piedra — guiña un ojo a Obito y lo hace pensar que en realidad Gai se vería mucho mejor que él allá afuera.

— Sí, lo sé, yo solo... — no importa cuánto tiempo pase, Obito todavía parece el pequeño niño que tiende a tartamudear — Gracias, Gai.

— ¡No agradezcas! — Gai se encoge de hombros en un gesto suave y libre, como si sus brazos no pesaran absolutamente nada incluso cuando Obito cree que parecen cálidos y grandes — Lo que sea por el Hokage — agrega con una sonrisa deslumbrante y se acomoda la mochila para finalmente partir.

Obito asiente a Gai y sonríe. Es hora de continuar trabajando y es hora de que Gai regrese a casa porque es realmente tarde y no puede seguir deteniéndolo ahí, excepto que Obito se ha movido por si solo y ahora está de pie.

— Gai, espera... — las palabras salen, sabe que no está pensando correctamente y que no debería hacer eso pero no puede evitarlo — En ese caso, ¿qué tal una cena?

Gai frunce suavemente en duda y mira a Obito, quien apenas puede entender nada más allá de la vibración de su corazón.

— ¡Sería grandioso! — dice Gai y sonríe, y esa sonrisa se parece demasiado a la luz de la mañana y Obito agradece por ella, porque finalmente parece encontrarla.

— ¿En serio? ¡Genial! — Obito suspira y mira ansiosamente al reloj — ¿Qué te parece a las ocho en...?

— ¡Vendré por ti! — Gai interrumpe y le muestra un pulgar — No quiero esperar dos horas, así que pasaré a tu oficina, ¿sí?

— B-bien... — apenas asiente, avergonzado y ahora totalmente emocionado.

Gai asiente fuertemente y le regala una sonrisa más antes de despedirse y marcharse por la puerta.

Detrás de él, la estatua de pronto ya no parecía tan fea.

Era linda, si Gai creía que lo era.



Corre, está detrás de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora