Esta casa está vacía - parte 2

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Es el pequeño ruido de las hojas lo que lo hace moverse de su lugar. Los pasos vibran por la casa como enormes piedras y el crujido de los muebles abriéndose resuenan sobre las paredes.

Obito se mueve lentamente de su lugar en el piso. El sol apunta sobre su cuarto y las franjas de luz amarilla cruzan como agua entre la forma de sus dedos hasta alumbrar el piso.

Mira apenas entre las formas de la habitación antes de intentar comprender algo. El ruido lejano se vuelve alto y lo hace pensar en la mañana de un día normal, cuando sus padres lo despertaban en la mañana y el olor de la comida de su abuela llenaba toda la planta baja.

Pero esos ruidos no son de sus padres, lo sabe, ellos están muertos, al igual que él.

Obito se inclina lentamente en su lugar y mira entre sus pestañas transparentes hacia la puerta. Las paredes siguen vibrando sobre el espacio vacío y luego el golpe de algo pesado hunde el borde de la madera en su habitación.

Él espera encontrarse con un familiar, alguien del clan que simplemente hubiera decidido buscar o tomar algo de la casa vacía y abandonada, aunque en realidad ya no quedaba casi nada.

El reflejo de las luces cambia cuando la madera se abre lentamente, el rechinido de los gozones suena como un ave agonizando y Obito casi parece demasiado encantado con ese ruido, le hace pensar en las manos temblorosas de su abuela sosteniendo la puerta, en su sonrisa, en la manera en la que le daba los buenos días.

Pero su abuela no está en esa casa, ya no, y no son sus manos arrugadas las que sostienen el picaporte, y no hay comida caliente, y no hay hogar, nunca más. La casa ahora estaba permanentemente fría, estaba vacía.

Y sin embargo, hay un intruso que se cuela como un ladrón en su habitación.

Obito se levanta cuando lo mira la silueta moviéndose como una mancha en la pared. Su cuerpo fantasmal se agita un poco contra el viento, el sol lo corta y cuando finalmente puede enfocar él mira a Gai.

Él está delante de su cajón ahora, de rodillas, tomando pequeños pedazos de hojas y moviendo algunas cosas de un lado a otro en una lluvia de pelusas que se parece demasiado similar a una oscura lluvia.

La boca de Obito se abre, él gime y grita, pero el sonido de su voz no existe y solamente se queda estático mirando la espalda encorvada de Gai.

— ¿Dónde estás? — la voz de Gai es un susurro ronco, agrio y áspero, y sus manos gruesas terminan botando afuera el cajón.

La impresión de Obito se estanca en algún lugar de su liviano cuerpo y se mueve sobre el piso con los pies volátiles hasta detenerse a su lado.

A Obito le gustaría decir que se alegra de ver a Gai, que eran amigos cercanos y que está agradecido de que esté en su casa buscando algo, pero Obito apenas sabe algo sobre Gai y no es capaz de engañarse con esa mentira.

— ¿A dónde has ido? — Gai habla nuevamente y su voz retumba sobre el cuerpo etéreo de Obito como una cuerda tensa a punto de estallar.

Sus pies se mueven de nuevo, un poco, y sus manos suben como un par de arañas sobre el mueble hasta detenerse en el siguiente cajón.

— ¿Qué quieres? — la voz de Obito dice, pero no existe, y luego sigue el camino de las manos de Gai cuando empiezan a revolver su cama en busca de un no sé qué.

— ¿No está aquí? — el rostro de Gai queda cerca de Obito cuando se da una vuelta completa.

Sus ojos atraviesan su cuerpo, reflejan la ventana y el sol, y cuando su cuerpo se impulsa al frente sencillamente lo atraviesa y lo dispersa.

Corre, está detrás de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora