Esta casa está vacía - parte 1

105 19 12
                                    

(A partir de aquí y en estos tres últimos caps, sinceramente ni siquiera sé que dije xD)

------------------------------

El sonido de las piedras moviéndose es lo que despierta a Obito. Él abre los ojos lentamente ante el brillo de la luz y la vibración del piso le hace sentir dolor en cada uno de sus huesos.

Le duele la cabeza y su mandíbula está apretada en contra de sus labios. Su piel se siente húmeda y extraña, tiene mucho frío, y al enfocar su vista se encuentra mirando el fondo pálido de una montaña de tierra gris.

Hay algo sobre su rostro, denso y agrietado, y Obito percibe entre todas las cosas la firmeza del piso apretando su espalda y el fondo cálido de una mano recargada vagamente sobre su hombro izquierdo.

Obito quiere alcanzar ese calor y hace todo lo posible para concentrarse en ello, para mover la mano sobre el piso, para mirar a su alrededor, pero es imposible.

Sus brazos no se despegan del piso, ni siquiera se mueven. Su cabeza parece dar vueltas, sus ideas saltan y luego se escurren y se van.

La silueta recortada de un hombre aparece delante de su rostro y lo mira. Obito no pestañea, sus ojos solo miran un punto lejano y no puede distinguir más que una forma oscura delante de él.

Hay algunas palabras sonando a su alrededor pero Obito no puede entenderlas, no puede escuchar más que el sonido de la tierra, el golpe de la arena metida en sus oídos, no puede sentir nada más que el frío y dolor.

Las manos del hombre lo atrapan, se sienten suaves en contra de su cuerpo rígido y su aliento hirviente golpe unos momentos el rostro de Obito cuando se cierne sobre él.

La oscuridad lo atrapa unos momentos cuando el hombre tira de él hacia arriba, cargándolo.

Está nublado afuera y Obito no puede ver la luz del sol. Todo es una capa gris, triste y helada, y luego siente el piso húmedo contra su espalda cuando lo recuestan suavemente a la altura de sus pies.

— Debemos llevarlo de regreso a la aldea — dice uno de ellos, con una máscara blanca.

— Esto es demasiado, ¿por qué estamos llevándolo de todos modos? — otro de los cuatro hombres discute y luego se acerca para mirar sobre él — Está muerto de todos modos, ¿no? Lo mejor sería dejarlo aquí.

Obito se inquieta ante esas palabras e intenta nuevamente levantar las manos, mover los ojos, alzar la voz.

Su vista se nubla cuando el hombre se arrodilla a su lado, su aliento caliente toca a Obito en una pequeña nube de vapor que le hace darse cuenta que, en realidad, él no está respirando.

— Es parte de la misión — es todo lo que dice el primer hombre, con su voz suave y clara, minúscula, y cuando sus brazos vuelven a tomar a Obito, él no puede sentirlo. No puede sentir nada más.

[...]

Debajo de él la tabla es plana y rígida, helada, el frío se hace cada vez más intenso y percibe apenas el dolor hueco de sus huesos convirtiéndose en piedras alargadas.

Hay un sonido metálico de la cremallera del saco para cadáveres cuando lo suben sobre su cabeza, lentamente, y luego está el sonido terrorífico de las voces a través del plástico y la temible oscuridad.

— Vamos, antes de que sea más difícil transportarlo — dice el hombre que habló antes y luego empieza el movimiento brusco de una caminata apresurada.

Adentro de la bolsa Obito siente miedo, no le gusta esa soledad, no le gusta la oscuridad ni el plástico y no entiende nada. Solo quiere llorar.

[...]

Corre, está detrás de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora