Rostros de piedra - parte 2

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Hay una imagen que Obito siempre recuerda cuando mira los rostros de piedra. Él lo vivió hace tiempo, mientras estaba detenido en el borde de su jardín luego de haber estado en el hospital.

Rin había ido de visita a su casa, se asomó por la ventana y cuando entró ella llevó muchas cosas para preparar la cena y cortó las verduras en su mesa.

Recientemente había salvado a Kakashi de morir aplastado por una piedra, apenas había tenido tiempo de tomar su lugar y Obito había terminado regalándole su ojo, y luego únicamente había quedado la oscuridad y el sentimiento de haber muerto, como si hubiera sido un extraño sueño.

Despertó muchos meses después. Él estaba vivo, había sido rescatado de entre los escombros y todavía tenía un ojo con él.

Cuando Rin llegó aquel día y cocinó para él, Obito le había dicho que se volvería Hokage mientras ella sonreía.

Todavía puede sentir el vacío de la noche en la que Rin murió una semana después. Él contempló la cocina vacía y miró por la ventana esperando a que ella apareciera. Nunca volvió.

Recuerda haberse recostado temprano y haber cerrado los ojos mientras esperaba que despertara en otro mundo. Que a la mañana siguiente le dijeran que Rin estaba viva, que esperaba por él, que estaba al final de su jardín con una bolsa grande de verduras.

Luego simplemente lo entendió. Rin murió. Y él no había podido hacer nada por ella. Estaba muerta.

Parpadeó en contra de la oscuridad como si aún estuviera enterrado en la cueva, escuchó el ruido de la arena entrando a sus oídos, el hueco de su cabeza donde tendría que estar su ojo, penumbra y frialdad.

Podía sentir la humedad del suelo en su cabello, porque la mitad debió ser sangre, los dedos aplastados y reducidos a una forma sin bordes y sin movimientos. No dolía, no sentía nada, en realidad.

Obito pensó que estaría bien morir entonces, morir como quizá debió morir bajo las piedras. No había mucha diferencia.

Al abrir los ojos una semana después, abrumado y mareado, se encontró con el calor de un pecho firme contra su cuerpo, acariciándolo, calentándolo, tenía algo que cortaba en su garganta que se sentía como fuego, y él entendió de forma confusa que se trataba de agua.

Los cortes de conciencia fueron confusos. Escuchaba el golpe de los pasos, sintió el agua en su cuerpo y en su cabeza, y luego durmió. A veces escuchaba una voz entre el sonido de la madera y el grifo. Una voz áspera y gruesa, a veces muy alta, en todo momento le hablaba.

Obito lo reconoció tres días después, cuando recuperó totalmente la conciencia y estuvo lúcido. Se encontró mirando el techo de su habitación y no el blanco insípido del hospital, como imaginó.

No había enfermeras ni doctores a su alrededor, solo la silueta de un niño acostado a su lado, enroscado en una montaña de sábanas como la cama revuelta de un perro.

Gai había estado cuidado de Obito todo ese tiempo, él había entrado por su puerta luego de no obtener respuesta. La había derribado, y había sido necio incluso cuando Kakashi le dijo que lo dejara en paz, que Obito necesitaba tiempo para superar la muerte de Rin y descansar.

Pero Gai no había podido quedarse de brazos cruzados. Él todavía decía esa cosa sobre que Obito había salvado a su rival, que era un héroe, que un día sería Hokage y que era un ejemplo digno para seguir.

Lo había encontrado medio muerto en el piso, deshidratado e inconsciente. No tuvo tiempo de llamar a Minato, si dejaba a Obito un momento más, no estaba seguro de lo que podría pasar.

Corre, está detrás de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora