19: Alma de perdedor

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El día amaneció normal. La noche había sido un poco incómoda porque no quise hablar con nadie. Jade me toqueteó un rato y luego la mandé a volar. Resultó ser Andy la que se quedó con nosotras en la habitación, aunque Allie se filtró a media noche para dormir en la misma cama con ella. Levi y yo no hablamos en lo que restó de la noche.

El desayuno fue tranquilo. Permanecí cabizbaja, centrada en mi cereal. Ni siquiera me tomé la molestia de fijarme si Hassan me miraba. Me daba igual. Jade y las demás me habían dejado en paz después de los gritos que les había obsequiado al despertar. Tuvimos práctica de tenis y luego una clase de etiqueta. Me las arreglé para no ver la cara de Leigh durante todo el día. La noche fue cayendo poco a poco. Todas las internas estábamos encerradas en el comedor cenando, excepto Andy, que tenía una misión especial.

Von entró y se acercó al oído de la directora para susurrarle algo. Levi me dio un codazo en las costillas y supe que era el momento. Le había detallado a Paolo el procedimiento para entrar, por lo que lo único que tenía que hacer yo era observar y disfrutar. No pude evitar que una corriente de ansiedad me recorriera las venas de los brazos, la típica que me embargaba cuando estaba a punto de cometer una travesura.

Vi a la directora levantarse y abandonar la cocina. Jade palideció. Estaba nerviosa. Nos habían perdonado una por la noche con los internos, pero esto iba a estar mucho más gordo. Solo esperaba que todo saliera a pedir de boca.

Diez minutos después, la directora entró junto con Von y un grupo inmenso de trajeados muy sexys portando maletines de oficina. Jade empezó a tamborilear la mesa con los dedos, inquieta.

-¿Cómo los dejaron entrar? -susurró. Aunque lo sabía, no le respondí.

Los trajeados se pusieron en fila. Quise contarlos, pero estaba demasiado concentrada en el que estaba al lado de la directora. Era el chico con el que Paolo hacía sus noches inglesas cuando viajaba.

-Señoritas -llamó la directora, alzando la voz. Todas guardaron silencio, atendiéndola-. Hemos recibido visitas importantes del ministerio de integración social de la Unión Europea.

Levi estuvo a punto de explotar de la risa, pero, en cambio, soltó un quejido cuando la pateé por debajo la mesa.

-Éste es el señor Bienladá -señaló al tipo que tenía al lado. Entonces fui yo la que estuvo a punto de soltar la carcajada al escuchar el nombre-. Los señores van a haceros unas cuantas preguntas a cada una y luego...

Las luces se fueron.

Las internas soltaron grititos. Levi me apretó la mano, y el corazón me dio un vuelco de la emoción. «Bien hecho, Andy», dije en mis adentros. Las luces volvieron, pero pronto se volvieron a ir, una y otra vez, creando un efecto visual en el comedor. Los hombres de traje iban vestidos en un parpadeo, y al otro ya estaban semidesnudos, solo vistiendo un taparrabo con un elefante de peluche en la parte delantera. Todas empezamos a gritar, y los hombres empezaron a subirse en las mesas para bailar.

No sé de dónde salió la espuma, pero en cuestión de segundos el suelo estaba inundado. Los de seguridad corrían por todo el lugar e intentaban bajar a los nudistas de las mesas, pero ellos los superaban en número. Los maletines empezaron a abrirse y el alcohol empezó a correr. Entre tanto parpadeo de luces, no pude diferenciar más que piel, gritos y ojos abiertos. El caos reinó durante un lapso de tiempo interminable. Me puse de pie para salir del comedor. Sabía que sería la primera sospechosa, pero mientras reunían fuerzas para tranquilizar la destrucción, yo me piraba. Pero antes de poder salir, las puertas se abrieron de par en par y empezaron a entrar filas tras filas de policías con focos enormes. Nos cogieron a todos por la fuerza y nos estamparon contra el suelo. Sentí patadas, puñetazos, mordiscos y de todo mientras estaba en el suelo. Una botella se hizo añicos a mi lado, y los trozos de cristal se me insertaron en la palma de la mano. Quise liberarme, pero el poli que me sostenía lo hacía con demasiada fuerza. Las espuma me entraba por al boca y me mojaba la ropa. Cuando las luces del techo se quedaron fijas supe que la cosa había acabado.

1. NIÑA MAL: Hecha en Las Vegas (Abi Lí) [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora