•Capítulo 35•

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~•Yūichirō•~

Los ojos de ella eran muy extraños, me estaba mirando como si tuviera el derecho de preguntar quien era yo, lo que me hizo enojar, mis expresiones corporales demostraban mi desconcierto y la incomodidad que invadía mi cuerpo. Pero sabia que ella era mayor que yo, y no podía faltarle al respeto por eso, ademas de que me encontraba en el lugar menos indicado para hacer un alboroto.

–Soy Yūichirō, soy mesero, trabajo aquí –le respondí cortante, fingiendo recoger mas pedidos para hacerle entender que tenia mucho trabajo–.

No dijo nada y se quedó mirándome, estaba algo nervioso e incómodo. Como pude me aleje de ella y no la volví a ver más en todo el resto del día.

Estaba ordenando los servicios como último deber de esa tarde, las tazas estaban completas y los platos ordenados por tamaños, anotaba en una libreta las pocas cosas que veía que faltaban, y escribiendo el numero de utensilios que aproximadamente se deberían comprar para la próxima semana.

–¿Ocupado?– sentí la voz de Mika susurrándome al oído, me abrazo por la espalda, recostando su cabeza en mi hombro. No pude evitar sonreír sintiendo su cálido cuerpo apegarse a mi espalda–.

–Ya casi termino...¿Fue muy duro hoy?– lo voltee a ver algo serio, me preocupé al notarlo tan cansado y con la mirada tan oscura, le acaricie las mejillas y pude sentirlas muy calientes– ¿Mikaela te sientes bien?–.

Quito mis manos de su rostro y suspiro cerrando los ojos, definitivamente algo tenia.

–No me siento muy bien...pero lo estaré, no te preocupes –volvió a mirarme conectando su mirada azulina con la mía regaladome una de esas hermosas sonrisas que me encantan–.

Una parte de mi seguía preocupando pero dejé el tema hasta ahí para no presionarlo, sin más asiento y continúo acomodando los utensilios para poder salir con Mika, el se queda mirándome por unos minutos y luego se va avisándome que irá a cambiarse.

Mas tarde estamos saliendo de la cafetería hablando de cosas triviales, el clima de la tarde es algo cálido, pero el aire frío que corre nos avisa de la temporada en donde estamos. 
Él me va contando cosas de la escuela, pero lo que no se percata es que sigo pensando en su malestar, sin importar que hiciera sigo preocupado, me causa ansiedad que no pueda saber que siente y no encontrar la manera en ayudarlo, probablemente si le cuento diga que exagero, pero si se pone peor, lo obligaré a ir a un hospital.

–¡Ay! olvidé algo en la cafetería...¿Puedes esperarme un momento?...no demoraré- hablo con cierta timidez, sonreí y le di a entender que no había problema, me entregó su mochila y se fue corriendo, poco después lo perdí de vista y me dispuse a esperarlo –.

No me moví de mi lugar por varios minutos, lo seguí y seguí esperando, vi la hora en mi celular y los cinco minutos, se volvieron diez, veinte, y cuando pasaron mas de cuarenta y cinco minutos ya estaba lo suficientemente intranquilo. Lo llamé a su celular pero no me contestó.
No pude mas y lo fui a buscar, corriendo, entre a la cafetería y lo busqué por todas partes.

 –¡Mikaela!– grité dentro del lugar, nadie me contestó, el lugar estaba en completo silencio, uno que me abrumaba y me desesperaba más, hasta que entre en los vestidores y vi al chico de ojos azules en el suelo completamente inconsciente, corrí hacia él tocando su rostro, estaba hirviendo en fiebre, sus mejillas estaban muy rojas y respiraba agitado casi como ahogándose, me asusté y con velocidad marqué a emergencias, me contestaron luego de unos segundos, les expliqué la situación y dijeron que no tardarían en venir–.

Me quede con él en todo momento, no quise despegarme hasta cuando fue necesario en el hospital, los vi llevándoselo en esa camilla mientras le aplicaban suero, lo perdí entre esas paredes blancas hasta ya no verlo más, y mi mente fotografió esa horrible escena en mi memoria, sin dejarme descansar.

Me sentía tan abrumado sentado en una de las bancas de espera sin que nadie se acercara a mi, sin una noticia de el, había pasado mucho tiempo, o por lo menos para mi lo era, esos cinco minutos se convertían en horas, sentía una presión en el pecho causando que pudiera sentir el latir de mi corazón golpeando en mis oídos, miraba el piso tratando de calmarme pero mi mente solo repetía el nombre de Mika sin descanso.

Al poco rato llego el amigo de Mikaela, lo había llamado por el teléfono de él, y vino tan rápido como pudo, se notaba igual de preocupado y no paraba de ir y venir en busca del doctor que atendía al ojiazul, de nada sirvió porque al parecer seguía ocupado y las enfermeras no nos informaban de nada.

Decidimos seguir esperando, pronto oscureció y se expandió la noche, estaba haciendo mucho frió y Lacus se notaba muy enojado, ademas de la preocupación de no saber nada de Mika.

–Quiero ir allí dentro y gritarles a todos esos que son unos inútiles...– murmuró el pelimorado completamente al limite de la paciencia, estaba a punto de decirle que era buena idea hasta que oímos a alguien gritar en la sala–.

Se armó de repente un alboroto, el ojicarmesí se paró del asiento, y yo hice lo mismo, nos acercamos y vimos a una mujer que exigía entrar a ver a un paciente.

Espera...ella no es...

Y exactamente era esa mujer que se había aparecido en la cafetería está mañana a buscar a Mikaela, estaba lo suficientemente enojado para ir a dónde ella y preguntarle que hacía aquí, pero no lo hice porque un médico se acercó y nos llamó a Lacus y a mí para por fin ver a Mika.

–Disculpen por la demora...hubo unos problemas con el personal,–dijo el médico totalmente apenado, a mí no me importaba eso, solo quería saber cómo estaba o verlo– pueden pasar a ver a su amigo, uno primero, el otro se queda un rato para explicar que le pasó y las medicinas que debe tomar–indico sacando un papel de su bolsillo–.

Antes de que Lacus dijera algo, casi corriendo entré al corredor que llevaba a los cuartos dónde estaban los enfermos buscándolo entre el espacio de la puerta y la pared, cuando lo vi, corrí y entré a la habitación, me acerqué y lo abracé, en ese momento en que sentí su aroma, todo se calmó y puede estar tranquilo después de muchas horas.

–Yuu-chan...– susurró mí nombre con ese honorífico tan tierno que me había puesto, me separé y me concentré en su mirada azulina, estaba algo pálido, pero sus labios estaban de color rosita lo que me hizo calmarme–.

–Te ves mejor...– acaricié sus mejillas acomodandole el cabello, sus mechones estaban desordenados, se veía tan lindo, y mí corazón se volvió loco cuando me sonrió–.

–Me alegro de que estés aquí...eras a la primera persona que quería ver– se acercó a mí y me dio un beso, no estaba a costumbre a sentirme así, pero por alguna extraña razón sentí ese cosquilleo en la nariz que me advertía que lloraría–.

Escuché la puerta abrirse, y en ese momento miré a dónde se produjo el sonido, me quedé estático, tuve un encuentro de emociones cuando la vi ahí parada, con la mirada fija en Mika.

–Krul...–susurró el ojiazul totalmente asombrado–.

Carajo.

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• [ C A F E T E R Í A ] • YuuMika Donde viven las historias. Descúbrelo ahora