Esa mañana no despertó a Freya la típica patada de Gustav que últimamente se había convertido en una débil caricia en el brazo. No. Ese día era distinto y sin saberlo marcaría un antes y después en la vida de la joven.
Tambores, gritos y vitoreos resonaron en todo Morke con la salida del sol.
- ¿Qué ocurre?- Preguntó Freya fregando sus ojos con sus manos y soltando un bostezo que fue todo menos femenino y delicado, ¿Qué diría su madre?.
- El rey Arne está aquí.
- ¿Quién? ¿Dónde está Gustav?
Confundida y aún bastante dormida, la muchacha observó a los alrededores de la cabaña, buscando al muchacho.
- Fue a recibirlo.
- ¿Y se quedará mucho tiempo?
- Freya, escucha. Tú no deberías estar aquí, necesito que seas discreta, que mantengas esto escondido- Dijo Aida señalando a su Valknut- Gustav es inteligente y sabrá esconderte de Arne, lo que sea que diga, no lo contradigas, ¿De acuerdo?
Eso solo podía significar que sea lo que sea que ocurriría, Freya iba a tener miles de protestas y objeciones. Sin embargo, confiaba en Aida con su vida entera y si lo que le pedía era que mantenga la boca cerrada, eso era exactamente lo que iba a hacer, aunque sea difícil.
Aida le indicó que se ponga de pie junto a la silla de Gustav con una jarra de cerveza en la mano, que cubra el Valkut y se limite a asentir con la cabeza.
Todo allí hacía que suenen alarmas en la cabeza de Freya.
Hasta que los tambores y vitoreos llegaron a la puerta de la cabaña y una muchedumbre ingresó entre gritos y risas a ubicarse en las largas mesas y junto al fuego.
Gustav buscó a la muchacha entre la multitud y por primera vez, no le dedicó una de sus sonrisas.
Otro terrible indicador de malas noticias.
Junto a Gustav había otro hombre, de unos cuarenta años, con el pelo largo hasta la cintura y dos grandes tatuajes tribales a ambos lados del rostro. Lo observaba todo con una sonrisa de oreja a oreja, desde los pisos cubiertos de piel hasta los tejados de paja.
- Me gusta lo que has hecho con el lugar- Bromeó el hombre sentándose en una gran butaca a lo que Aida enseguida le indicó a Freya que le sirviera un trago de cerveza.
Por el modo en el que todos giraban alrededor del tipo, Freya no tardó en adivinar que se trataba del Rey Arne, y que Gustav, pese a sus sonrisas y cumplidos complacientes, no se sentía ni un poco alegre de verlo allí.
Con el pulso tan firme que se sorprendió a sí misma, la joven de cabello rojo le sirvió un trago al Rey sin siquiera cruzar miradas con el jefe de Morke. Suponía que era mejor así, si él no reconocía su existencia, ella no reconocería la suya.
- ¿Recuerda a Aida, su majestad?
- ¡Por supuesto! La feroz guerrera- Aida sonrió y bajó la cabeza en una corta reverencia- Ven a beber con nosotros.
- Han pasado años ya- Freya no conocía a la mujer de toda la vida pero podía adivinar que esa sonrisa eran puras patrañas.
- Ella es mi pequeña, Yrsa.
- Con todo respeto, su majestad, no me parece pequeña en absoluto- El Rey soltó una carcajada exagerada y abrazó a la joven que tenía al lado.
Freya se demoró unos buenos segundos observándola, era preciosa, con el cabello tan rubio que parecía blanco y unos ojos celestes como el mismísimo cielo. Se la veía tremendamente a gusto siendo el centro de atención.
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Warrior (Terminada)
RomanceFreya Dahl ha tenido que valerse siempre por sí misma, con un padre fallecido y una madre alchólica, nadie le enseñó jamas como hacer las cosas, empujándola a una vida de rencor y tristeza sin fin, no tiene amigos, no tiene novio, no tiene familia...