Capítulo I

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Pequeñas y delgadas gotas de sudor se deslizaban por la frente de Adina, la jovial muchacha se encontraba en medio de un debate mental que no le dejaba aportar toda su concentración a  la práctica de gimnasia que realizaba, su cuerpo exigía  descanso que no podía otorgarle debido a los exasperantes gritos de su profesor que le recordaban que debía continuar con recorrido. El día no se encontraba en las mejores condiciones como para realizar una práctica física sorpresa, las nubes grises dibujaban un paisaje triste logrando que color de éstas se mezclara con el humo proveniente de las chimeneas, las personas seguían caminando por el parque, algunos con sus hijos o  mascotas, dando un tranquilo paseo. Las condiciones eran perfectas para presenciar una llovizna tremenda, ni siquiera el estruendo de las nubes cargadas de agua que chocaban entre sí con violencia logró estremecer el  juicio del obstinado y extircto profesor descartando con una vaga mirada al cielo el más mínimo rastro de preocupación por la tormenta que se acercaba.

Para Adina, no fue ninguna sorpresa sentir como las gotas heladas empezaban a estrellarse contra su piel, causando que sus vellos se erizaran ante el impacto. Mordió su lengua, evitando así el impulso de resguardarse de la lluvia hasta que su profesor diera la orden, la cual no tardó mucho en llegar, haciendo que corriera con todas sus fuerzas restantes hasta la seguridad que un techo podía brindarle, con la respiración agitada intentó tomar sus pertenencias lo más rápido que podía, lanzando plegarias en silencio para que el mal clima cesará y pudiera marcharse a casa sin pescar algún resfriado. Su corazón acelerado y sus pulmones fatigados seguían  luchando a favor de normalizar su respiración conforme recorría el inmenso pasillo de la escuela en busca de la salida, mientras que en otro lado del inmenso lugar, el menor de los hermanos Firgretmann hacia de las suyas.

Joseph podría considerarse muy bien como esa clase de chico que no se llevaba del todo bien con lo establecido, que huía de las órdenes, desafiaba la autoridad y lo establecido sólo porqué sí, es por ello que no era de extrañar la presencia de sus padres en la institución debido al muy criticable comportamiento de su  hijo. Misma que se asemejaba más a la conducta de un vandalo que a la actitud que se esperaría por tratarse del hijo de un prestigioso y acaudalado abogado. El joven distribuía la mayor parte de su tiempo, molestando a las compañeras de su sexo opuesto, causando revuelo cuando levantaba faldas en medio de los descansos establecidos, creando conmoción cuando era pillado espiando el interior del baño femenino o cuando escapaba ocasionalmente de clases para fumar cigarrillos y meterse en más líos al lado de sus amigos.

La campana anunciando el fin de clases de aquel día no tardó en  retumbar hasta el más pequeño rincón del edificio educativo indicando que la jornada escolar había concluido antes de lo previsto debido al mal clima, haciendo que la gran mayoría de alumnos salieran de las aulas como si sus vidas dependieran de lograr cruzar el umblar de la entrada, equipados para los días lluviosos quienes tenían sombrillas en su poder no vacilaron en salir con la misma fuerza e ímpetu desbordado en minutos anteriores, quienes tenían impermeables los sacaban de su escondite para protegerse y los más temerarios salían sin ningún tipo de protección disfrutando de la sensación de la lluvia mojando sus uniformes y cuerpos, la algarabía estaba presente en el aire todos parecían gozar del momento, menos Adina.

La muchacha apoyo su cuerpo en uno de los pilares de cemento que se extendían alrededor de la edificación grisasea, dejó caer su cabeza en señal de rendición porque no contaba ni con una sombrilla ni mucho menos algún impermeable que pudiera cubrir su cuerpo, no traía ni siquiera algún abrigo para poder cubrir su torso, mientras que la lluvia incrementaba su violencia y  conforme el tiempo pasaba, la entrada se encontraba más solitaria albergando uno que otro estudiante que deambulaba en espera de que la lluvia cesará para poder irse a sus hogares sin riesgo de un resfriado, los pocos temerosos no esperaron mucho tiempo para enfrentarse con las heladas gotas y al cabo de media hora, Adina se encontraba casi sola en la entrada del recinto estudiantil, de no ser porque compartía refugio con Joseph Firgretmann, el cual se encontraba en un pilar opuesto, apoyando su espalda en la estructura con un aura de superioridad.

La Sombra De Mis Recuerdos / EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora