Aunque la idea de darle tutorias a Joseph Firgretmann le aterraba y en el interior pensaba que era una muy mala idea debido a la mala reputación del joven, el profesor Muller había logrado convencer a la muchacha y ahora se encontraba a las afueras de la imponente casa de la familia Firgretmann, tenía varios pisos y parecía sacada de un cuento de fantasías, un recuerdo nubló su mente, llevándola al pasado donde su padre y ella caminaban justamente por esa calle, ambos llevaban en sus manos el mercado semanal para su casa y la inocencia de la niña hizo que se detuviera, para acercarse a la entrada de la misma casona y mirar con emoción a su progenitor.
—Quiero que vivamos en una casa así de bonita. — murmuró alzando su cabeza para mirar a su padre.
El hombre sonrió y aunque le prometió algún día vivir en una casa tan hermosa como en la que ahora estaba parada, su padre sabía bien que jamás podría cumplir el sueño de su hija, por más que él deseará. Los recuerdos amargos, hicieron que Adina se quedará paralizada ante la puerta principal, sosteniendo con sus manos algunos libros de las cátedras en las que Joseph iba peor, pera empezar con lo más difícil. Cuando las puertas se abrieron y los jefes de seguridad comprobaron que la historia de la chiquilla de que le daría tutorias a uno de los muchachos era cierta, le dieron permiso de entrar.
Adina quedó boquiabierta cuando se percató de la hermosa vivienda, todo estaba hecho de la más fina y costosa madera, con una decoración que incluía hermosas pinturas y color dorado abundando en el lugar, la chimenea encendida era lo único que le daba ese toque hogareño al lugar, pues el lugar se asemejaba más a un museo histórico antes que a una verdadera casa.
—Tu debes de ser la jovencita que le dará tutorias a Joseph. — la voz de una mujer sacó rápidamente a Adina de sus pensamientos, la miró y sonrió calidamente.
La señora Firgretmann era toda una dama de pies a cabeza, su cabello estaba perfectamente peinado, lucia prendas tan costosas como los accesorios que llevaba puestos. Pero fue su sonrisa lo que hizo que Adina no se sintiera tan intimidada ante su fina presencia.
—Si señora Firgretmann. — respondió. — Mi nombre es Adina Schwartzheim.
—Un placer Adina. — la señora tomó la mano de la chiquilla la cual se encontraba extendida. — te agradezco lo que haces por mí hijo.
La jovencita sonrió tímidamente y asintió con la cabeza.
—Le diré a Joseph que estás aquí, puedes sentarte si quieres. — le indicó.
Adina volvió a asentir y se sentó en el asiento más próximo a ella, seguía observando el lugar con admiración, sin duda alguna se trataba de la casa de sus sueños y fue casi inevitable pensar en lo diferentes que eran sus mundos, se refería a que para tener casi la misma edad, Joseph y ella eran muy diferentes, pertenecían a clases sociales tan distintas y la primera muestra de aquellas diferencias radicaba dentro de sus hogares. La sala de estar de la familia del muchacho equivalía en la totalidad del apartamento donde ella vivía, y ni hablar de la decoración, ya que el pequeño hogar de Adina se veía tan vacío y sombrío como se encontraba el corazón de su madre, hermano y quizás el de ella también. Dentro de su casa no habían hermosas pinturas, tampoco los pisos estaban hechos de madera costosa y las decoraciones brillantes solo podían aparecer en sus sueños. Tampoco su hogar estaba en las ruinas porque tenía justamente lo indispensable, pero lo que no poseía ningún tipo de utilidad, era vendido para conseguir algo de dinero extra, el cual nunca era suficiente.
Adina escucho unos pasos que posiblemente provenían de la escalera principal, así que intento mantener la calma para parecer lo más profesional que una joven de quince años podía parecer, pero le sorprendió encontrar al mismo joven que había recogido a Joseph aquella tarde lluviosa, era el mismo que le había prestado su abrigo para no morir de frío. Ambos cruzaron miradas rápidamente, Adler quedó impresionado por la presencia de la jovencita y la reconoció enseguida, aunque se había olvidado de aquel momento, bastó con observar sus ojos para transportarlo de nuevo a esa tarde lluviosa para sonreír.
—Vaya parece que el destino quiere juntarnos. — murmuró caminando hasta un sillón de cuero que se encontraba al frente del mueble donde ella se encontraba.
Adina sonrió tímidamente.
—Diría que ha sido cuestión de suerte. — dijo.
El muchacho hizo un pequeño ademán y se carcajeo.
—Entonces no tengo más remedio que agradecerle a la suerte.
Ambos jóvenes se miraron y una pequeña atracción entre ellos hacía sentir la curiosa necesidad de conocer más sobre el contrario, sensaciones tan confusas para Adina donde un pequeño revoltijo en sus estómago le hacía sudar frío y mientras más tiempo pasaba sola con el muchacho, más nerviosa se colocaba. Adler su parte, se encontraba calmado, para él siempre había sido un problema hablar con mujeres por primera vez, pero con la joven cita, todo parecía ser tan diferente y las palabras fluian salvajemente por su lengua.
—Adina, mi hijo ya viene. — la señora Firgretmann llegó al lugar sin percatarse de la precencia de su otro hijo, quien alzó las cejas divertido. —Vaya Adler, creo que haz conocido a la tutora de tu hermano.
—Si madre. — dijo el joven, sin mencionar el aventon que le había dado a la chica en días anteriores.
—Les traeré algo de comer. — indicó.
Con una sonrisa, la señora Firgretmann se marchó, dejando a los dos jóvenes solos nuevamente, donde sus respiraciones y el ruido que hacían los troncos de madera que se estaban quemando gracias el fuego era lo único que podía escucharse dentro de la habitación. Adina intentaba esquivar la mirada coqueta del joven, quien se encontraba detallando su rostro gracias a una mejor vista de éste y si algo le había quedado claro al mayor de los hermanos Firgretmann, era que la joven portaba una belleza extraordinaria, sus facciones delicadas hacían resaltar el hermoso color de sus ojos y después de meditarlo, ella tomó algo de valor y miró al muchacho, haciendo que éste le lanzará una sonrisa, haciendo que sus nervios se incrementarán.
Editado - 26 jul 2021
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La Sombra De Mis Recuerdos / EN EDICIÓN
أدب تاريخيUna tarde lluviosa se convierte en el escenario perfecto para que las vidas y realidades de dos jóvenes colisionen, Adina y Adler pertenecen a mundos diferentes, son rehenes de su país y cuando la guerra estalla, deberán hacer lo imposible, por sobr...