Capítulo 38: "Cuan Más Alto Esté, Más Bajo Me Hundiré"

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Cuando abrió los ojos de par en par, estaba sentada en la cama con el corazón desbocado y la frente empapada de sudor. Afuera, en el cielo a penas comenzaba a salir el sol, debían ser alrededor de las cinco o seis de la mañana. Andrea se pasó una mano por la frente para apartarse el cabello húmedo que se le había pegado a la cara.

De nuevo los fantasmas del pasado atormentándola.

Apartó las sábanas revueltas, se sentó en el borde de la cama y enterró la cara en las manos esperando que las imágenes erróneas que la torturaban desaparecieran, pero parecía que escenas de ella asesinando a su familia habían quedado grabadas a fuego detrás de sus párpados. En sus sueños, no podía dejar de verse a sí misma con el cuchillo en la mano y con la ropa manchada de sangre con los cadáveres de sus padres a sus pies. No tenía idea de por qué soñaba esas cosas cuando sabía que la muerte de sus padres no era su culpa.

Al quitarse las manos de la cara y encontrarlas mojadas, se percató de que estaba llorando.

Se quitó las lágrimas con la muñeca con un movimiento brusco y suspiró entrecortadamente. La frustración le hacía un enorme hueco en el pecho, se acercó a la ventana sintiendo las frías baldosas en las plantas de los pies, el cielo estaba nublado como si en cualquier momento se fuera soltar la peor tormenta de la historia, aunque hasta ahora no hubiese caído ni una sola gota.

Se vistió con unos jeans, una chaqueta oscura y tenis, tomó el dinero que aun tenía de sus victimas y fue a buscar algo de comer en la ciudad.

Al pasar por cierta calle, se detuvo en seco al ver un montón de policías alrededor de lo que parecía ser una nueva escena del crimen; entre ellos, por su puesto, se encontraban Cameron, Adam y Lanz. Andrea asomó la cabeza por el filo del edificio tras el que se ocultaba y vio a los paramédicos llevándose un cuerpo sobre una camilla y cubierto por una bolsa oscura, quería escuchar lo que decían los policías, pero no había forma de acercarse más sin verse expuesta. No era posible que hubiese llegado otro asesino a la ciudad, sería el colmo de la mala suerte y considerando la muerte de Jeff, no podía hacer más que pensar en la posibilidad de que aquello fuese obra de la Perra Morada. Dio un ultimo vistazo desde lejos al cuerpo y volvió sobre sus pasos alejándose de la escena.

Se metió en la cafetería que había visitado ya muchas veces y se sentó al fondo como de costumbre, le atendió una mesera bajita y rubia que mascaba un chicle demasiado sonoramente. Pidió el desayuno y pudo seguir escuchando el chasquido del chicle incluso cuando la mujer ya se encontraba a varios metros de distancia.

Centró sus ojos en la televisión que adornaba una de las esquinas superiores de la pared que estaba frente a su mesa, como siempre, estaba sintonizado el canal de las noticias y como había pensado, en ese instante se hablaba del incidente que al parecer había tenido lugar la noche anterior. En una calle poco transitada, un hombre mayor que vivía en el callejón frente al que fue encontrado, fue atacado y había muerto a causa de las múltiples puñaladas que había recibido.

Ahora no tenía duda de que eso había sido por la Perra morada. Maldita fuera ella, ¿por qué no podía tan solo desaparecer?

- ¿Así piensan salir por la noche? – preguntó Lanz en voz baja cubriéndose bien las manos en los bolsillos del abrigo que tenía cerrado hasta el cuello.

- ¿Por qué? – cuestionó Miller frunciendo el ceño - ¿Te detiene el frío y un poco de lluvia? –

- No creo que esas nubes signifiquen "un poco de lluvia" – replicó señalando el cielo con la cabeza, donde podían verse las negras nubes provenientes de las montañas.

- Eso no nos detendrá de todos modos – sentenció Cameron acabándose un cigarro – Saldremos aunque llueva o truene, ¿entienden? –

- Por su puesto – asintió Miller – Además, estaremos en el auto –

Doomed 2 - El Bosque Congelado Y La Casa De MaderaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora