Prólogo

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ELLA se movía por las calles llenas de gente como si el lugar fuese suyo.

Demonios, si las cosas salían según lo planeado en lo meses por venir, el lugar podría de hecho ser suyo. O algún otro lugar si era eso lo que quería. Si las cosas salían según lo planeado, no habría límite para lo que pudiese tener.

Sonrió para sí misma mientras una multitud de broceados hombres de mediana edad rompían filas para dejarla pasar en su camino hacia Mallory Square. Ellos no tenían ni idea de quién era, pero a ella le gustaba pensar que podían sentir su fuerza y que eso les intimidaba.

No lo bastante para impedirles contemplar sus pechos descaradamente, por supuesto, pero ¿que esperaba? Eran hombres después de todo.

La calle Duval, la atración turística principal de Key West, vibraba con la temprana actividad de la noche. El sol se había puesto hacía menos de una hora y la concurrencia que se movía desde el ritual del ocaso nocturno en Mallory Square vagaba ahora por allí tratando de elegir entre las docenas de bares y restaurantes que rivalizaba por su atención. Ella se movía contra el flujo general y parecía saber exactamente adónde iba. Conocía esas calles muy bien y había planeado su ruta con antelación.

Pero algo la incomodaba.

Tenía esa molesta sensación en el fondo de su cerebro que había aprendido a atender hacía mucho tiempo, aunque resultara errónea tan a menudo como cierta. No se podía sobrevivir en su mundo sin aprender a prestar atención a tales sensaciones y ella había hecho más que sobrevivir... ella había prosperado más allá de los sueños de cualquier joven hácker o artista de la estafa.

Atendiendo la advertencia subliminal, cambió de planes y entró entre el lento tráfico de la calle Duval. Un taxi púrpura hizo sonar airadamente el cláxon, pero ella simplemente sonrió al cruzar paseando la calle. Se quedó mirando intencionadamente un escaparate de feas camisetas baratas. No tenía interés alguno en vestir nada con la frase "Inspector de Pedos",  fuese lo que fuese lo que aquello significaba, pero quería una oportunidad de echar un rápido vistazo de 360 grados a sus alrededores y a la gente en ellos.

Una pareja joven con su bebé, envuelto en un hatillo y que se agarraba en vano a los peatones. Cuatro hombres guapos en la treintena, probablemente gays, charlando amigablemente entre ellos. Un par de mujeres demasiado bronceadas y un poco rellenitas dirigiéndose al bar de la puerta de al lado. Docenas de otros turistas y algunos isleños.

Nada fuera de lo ordinario… no, espera.

Allí.

Un hombre mayor con una barba bien cuidada, indistinguible de los demás salvo por que estaba solo. Le había visto antes, en alguna parte. No podía recordar dónde, pero el hombre había estado solo entonces también. Era demasiado profesional para ir dando pasitos detrás de ella, pero había ido hasta la siguiente esquina y ahora estaba cruzando hacia su lado de la calle. Ella le permitió terminar de cruzar antes de girarse y empezar a andar de nuevo por donde había venido.

En la esquina de la calle Petronia giró a la derecha hacia Truman Annex. Perderle ahora sería simple, asumiendo que estuviera solo. Pero el hombre podía tener ayuda y ella quería probarle (o probarles) un poco para ver si alguien mostraba interés en ella. No se le ocurrió estar asustada. Dudaba de que él (o ellos) tuviera intención de hacerle daño inmediato y, además, ella tenía muchos amigos en la ciudad si las cosas se ponían desagradables. Muy atrás quedó el tiempo en que la habían seguido extraños misteriosos por primera vez, y ella sabía lo que se hacía.

Continuó hacia el Sur por Petronia hacia la siguiente manzana, que pronto la sacaría de la escena de los tumultuosos bares y restaurantes. Arriesgó una mirada a su izquierda, lo que le permitió ver a su nuevo amigo en su visión periférica.

Milla Cero - G33K Mafia 2 de Rick DakanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora