Capítulo 2.

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-¡Por favor!- Insistió Mel.-Sera divertido.

Llevaba más de dos horas escuchando las suplicas de Mel en las cuales siempre repetía “Solo es una fiesta” “Sera divertido” “¿Por favor?” “Vamos Carolyn” Y mi respuesta seguía siendo la misma “No, lo siento Mel” o “Sabes que no me gusta ir a fiestas” y es cierto, no me apetecen las fiestas, prefería ir al cine, a tomar un café, pasar la tarde en casa saboreando una buena taza de chocolate caliente con unos pastelillos deliciosos viendo películas, hablando o simplemente leyendo un buen libro. Me encontraba muy cansada por todos los trabajos de la Universidad, además, toda la semana había sentido esos, para nada lindos, escalofríos y por eso mismo había ido al Doctor pero, sorprendentemente, no tenía nada y eso me asustaba. Mucho, pero tampoco quería ir por las palaras de mi padre de aquella tarde.

-Flashback-

Respire profundamente y volví arreglar mi cabello, tome valentía y abrí la puerta.

-Señorita Collins, buenas tardes, ¿Desea hablar con el señor Collins?

-Dime Carolyn, por favor, si, vengo hablar con mi padre.

La secretaria de mi padre me dio una rápida mirada para después tomar el teléfono por el cual se comunicaba con mi padre, avisó que había llegado, colgó y me sonrió.

-Puede pasar, su padre la estaba esperando, señorita Carolyn.- Asentí y susurre un “Gracias.”

Abrí lentamente la puerta en donde se encontraba la oficina de mi padre.

Su cuerpo estaba detrás de su gran escritorio, sus ojos mieles estaban ocultos por unas gafas para poder observar bien y mi padre estaba preso entre su traje de millones de dólares.

-Llegaste a tiempo.- Afirmó.

-Si, Salí temprano de la Universidad porque…- Fui interrumpida.

-No te pedí una explicación, Carolyn.- Dijo con la voz firme. – Saldré fuera de la ciudad durante dos días, sábado y domingo, así que tendrás un par de hombres cuidándote…- Lo interrumpí.

-Pero papá, no quiero que me estén cuidando, ya soy mayor de edad.- Me queje.

-¡Carolyn Collins! Compórtate como una dama y no hagas berrinches tampoco te quejes, eres mi responsabilidad y se hará lo que yo digo y punto. Así que ya te puedes retirar e ir a donde quiera que vayas.- El tono de voz que uso fue demasiado elevado y fuerte, pero  no fue lo suficientemente elevado al punto de gritarme.

Lagrimas amenazaban salir pero las retuve. Odiaba que alzaran la voz o gritaran y él lo sabía.

-Está bien.- Gire para poder salir pero su voz me detuvo.

-Ah, y, Carolyn has subido de peso, debes cuidar tu alimentación e ir a algún gimnasio.-

Asentí, salí y cerré la puerta, solté un suspiro y me eché a correr hacia mi auto.

Conduje hacia mi apartamento, al llegar estacione el auto, pensé en subir por el elevador pero recordé las palabras de mi padre y subí rápido las escaleras. abrí mi puerta, entre y cerré con seguro.

Fui a mi alcoba. Me detuve a un lado del armario.

No me veía subida de peso, porque…

Estaba subida de peso.

Pequeñas gotas saladas rodaban por mis mejillas.

Tenía razón era una chica caprichosa y gorda.

VulnerableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora