Un avance en el tiempo

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[este one-shot no está basado en los libros]

•••

Gilbert rodó en la cama entre quejas y se tapó la cara con la almohada.

—Ve tú —le pidió a Anne, que se tapaba completamente con la frazada.

—Es tu turno —sacó una mano y señaló la pizarra pegada al lado de la puerta. Sobre ella estaban escritos ambos nombres y bajo cada uno una serie de líneas irregulares que simbolizaban puntos. Anne llevaba cinco puntos y Gilbert sólo uno.

—Tienes un punto de más —le dijo su esposo al pararse, aún con aquel sentimiento de cansancio combinado con el cabello revuelto.

—Preparé su biberón —se defendió la pelirroja dando vuelta en la cama, disponiéndose a dormir de nuevo en lo que su hija lloraba en el cuarto de al lado.

Gilbert caminó hasta allí casi tambaleando, maldiciendo por dentro, pero embelesado al ver a la pequeña pelinegra repleta de pecas en su cuna, a pesar de que los gritos y el llanto rompieran con sus tímpanos.

—Shhh —Gilbert tomó a la bebé entre sus brazos y comenzó a acunarla—, ya calla, Sofía —pidió casi rogando. Era la vez número dos mil que los despertaba en medio de la noche. Al día siguiente Gilbert debía trabajar y lo que menos necesitaba era desvelarse, pero no era la primera noche que ocurría lo mismo, y sabía que una queja más sería para el desquicio de Anne. Bash se lo había advertido, aquella era una de las responsabilidades que debería asumir desde el momento que Sofía llegara a la vida.

Terminó sentándose con su hija sobre la mecedora del cuarto y ninguno de los dos supo el momento exacto en el que quedaron plácidamente dormidos.

No fue hasta que un llanto volvió a despertarlo ya por la mañana. Si aquello hubiese sucedido meses atrás, posiblemente la niña habría caído contra el suelo, pero luego de un año Gilbert comenzaba a tener mejores reflejos al respecto. 

—Mi amor —una dulce voz calló el llanto, haciendo sonreír al pelinegro.

—Buenos días —respondió frotando sus ojos y estirándose sobre la mecedora. En frente suyo estaba Anne, envuelta en una bata y tapando los sonidos de Sofía con un biberón.

—Oh, se lo decía a Sofía —bromeó, se acercó y le dio un pequeño beso en la mejilla—. Preparé el desayuno, dos puntos más para mi en la tabla de la cocina.

Gilbert rió, negando con la cabeza. ¿A quien se le había ocurrido la idea de puntuarse cada vez que hacían algo en la casa? Oh, sí, a ella.

•••

—¡Gilbert, harás que caiga! —Anne salió de Green Gables corriendo y gritando al ver cómo su esposo dejaba a su pequeña hija sobre el caballo. Se suponía que aquella era sólo una visita a la casa, pero dejarlos a aquellos dos solos no era de fiar.

Sofía tenía siete años y era completamente malcriada por su padre. Lo que quería Gilbert se lo daba, y eso muchas veces molestaba a Anne, creyendo que demasiados gustos no eran buenos; pero ¿qué podría hacer? Era uno de los amores de su vida. Matthew habría hecho lo mismo con ella. Ambos lo sabían y en aquellos momentos la pelirroja no podía refutarlo.

—Mira, mami, ¡Sin manos! —soltó la cuerda con que se sostenía al caballo tan oscuro como su cabello y su cuerpo se tambaleó.

—¡Sofía Blythe Shirley Cuthbert! —bramó dando grandes zancadas— ¡Baja de ahí ahora!

Su esposo suspiró con cansancio al respecto. El cuarto embarazo la traía demasiado malhumorada.

—¡A Beck nunca le dices eso! —gritó Sofía entre quejas mientras Gilbert la devolvía a tierra firme. Beck era uno de sus otros hijos, tenía casi cuatro años y era el "preferido" de Anne.

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