No fue planeado 2

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El espanto de Marilla fue de otro nivel. Había quedado pasmada sobre el sofá, mirando a un punto fijo y sin saber qué decir al respecto. En realidad, sí sabía qué decir, y eran muchas cosas.

Gilbert se propuso tomar un tiempo de la universidad para ayudar a Anne, pero incluso ella desistió en dejar Queen's. Faltaba poco para acabar los estudios, nadie notaría su embarazo hasta que acomodara sus ideas. Luego tal vez se alejarían de como habían idealizado su vida.

Digamos que para la época no era bien vista aquella situación, y lo primero que exigió la pelirroja fue que todos los enterados mantuvieran la boca cerrada al respecto, prinipalmente con la señora Lynde.

Y ahí estaba ahora, una pelirroja que rondaba por cada espacio de aquella pequeña casa en Charlottetown, inquieta y con quejas debido al ser que llevaba dentro ya por poco mas de ocho meses.

Anne se acomodó sobre su lugar en la cama, entre quejas, y bufó mirando al techo de madera cuando notó que Gilbert no le prestaba atención. Él estaba muy ocupado leyendo un libro de medicina con suma concentración, cómo venía haciendo desde que dejó la universidad meses atrás, cuando Anne terminó su carrera y se marchó de Green Gables por voluntad propia al casarse.

A veces ella sentía dudas al respecto de las decisiones y se compadecía por él: tener que casarse antes de lo que quería, mudarse solos, alejarse de los estudios, crear una familia repentina. Pero entonces recordaba aquel cariño con el que recibirían al niño o niña. Diana solía decirle aquello cuando visitaba a su amiga y esta le planteaba sus temores y encrucijadas.

"Tendrá unos padres maravillosos, unos tíos increíbles y todo el amor y atención que cualquier criatura necesita, incluso más. Gilbert decidió quedarse, tú no lo obligaste. El te ama, Anne, y a su hijo también"

Era cierto, ¿no?, amor nunca le faltaría. El amor que ella habría querido recibir de niña...

—¿En qué piensas? —Gilbert dejó el libro de tapa dura sobre la mesa de noche y se volteó de costado para ver a Anne, quien no paraba de tocar su enorme vientre.

—Pequeño John ha pateado toda la tarde —explicó cuando él dejaba su mano encima de la de su esposa, haciéndolo reír tras sus palabras.

—¿Hablas de Pequeña Marilla? —bromeó alzando una ceja. Gilbert no esperaba que Anne de verdad pensara ponerle aquel nombre al bebé. Aunque habían quedado con la idea de que él se encargaría del denominante si se trataba de una niña y ella si resultaba ser un niño.

—¿En serio le pondrás así? —inquirió con espanto. Se imaginaba a una chiquilla con un firme semblante de disciplina, portando una largo vestido de pequeñas flores por doquier y transportando una constante falta de sentido del humor.

—No lo he decidido aún —se encogió de hombros y le sonrió, sorprendiéndola.

—¡Gilbert Blythe, este ser nacerá en cualquier momento y aún no has elegido un nombre! —exclamó incorporándose en la cama luego de un largo intento.

—Tranquila, aún hay un par de semanas —dijo con calma.

Pero los bebés no siempre nacen a los nueve meses...

———

Gilbert tragó con pesadez, sintiendo el temblar de sus pasos cuando dejaba la cocina para incursionar hacia la habitación con una Marilla sonriente y emocionada en su compañía.

—Para casi ser doctor de verdad que te has espantado —pronunció Anne, acomodada en la cama, bajo las sabanas y sobre varias almohadas, con el cabello desparramado, el rostro ciertamente cansado y una tela tapando algo entre sus brazos.

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