RAIMONDO NO HIZO NADA

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Cuando Raimondo Rossi tenía nueve años dibujo a su mascota, una tortuga motelo, con acuarelas y mientras miraba su propio dibujo, bajo su propio criterio, él decreto que tenía talento y emocionado, corrió a mostrárselo a su padre y a su abuelo, que en ese momento se encontraba de visita en su casa, y entonces lo escucho...

— ¡Y a mí porque deberían importarme los logros matemáticos del huérfano!— Adriano Rossi, su padre casi estaba gritando.

Y entonces sumergido por la curiosidad Raimondo se acercó lo más silenciosamente que pudo a la abertura que dejaba la puerta mal cerrada del despacho de su padre y empezó a presenciar la escena que marcaría su vida entera.

Su abuelo, Alonzo Rossi, como siempre sereno, rio sarcástico ante las palabras de su hijo.

—Solo quería que lo sepas, y que reflexiones sobre como educas a tus hijos.

—Exacto mis hijos. Llevan mi sangre— Adriano trato de que eso sonara lo más insultante posible. ¿Por qué cómo es que su padre comparaba a sus propios nietos con un niño cualquiera recogido de un orfanato asqueroso?

¿Solo por qué había participado y ganado un concurso de matemáticas cualquiera? Eso no era la gran cosa, sus hijos podrían hacerlo con los ojos cerrados.

—Lo dices como si el debiera avergonzarse de aquello, ¿Cuándo te volviste un completo idiota?— La cara de Alonzo era inexpresiva, Raimondo no sabía si estaba enojado o no.

Y ante el silencio de su hijo Alonzo, ya levantándose de su silla, listo para irse, decidió dar una última estocada con sus palabras en el pecho de su hijo... y sin querer de su nieto.

—Dante, siempre fue mejor que tú, así que no me sorprendería que solo Gabrielle fuera mejor que tus dos hijos juntos, y como dices ni siquiera lleva la sangre de su padre.

Y sin decir nada más, Alonzo se marchó de la casa de su hijo.

Raimondo al ver que su abuelo se acercaba corrió de vuelta a su habitación antes de que alguien descubriera que había estado espiando y apenas entro en esta, contemplo de nuevo su trabajo y lo que antes le pareció una obra maestra ahora parecía pura basura inútil, él era bueno en cosas inútiles, no como Gabrielle que era un genio, uno enfermo...

Poco después de haber escuchado aquella conversación Raimondo vio cómo su hermano menor Lorenzo salió a casa de Gabrielle para jugar con él, con aquel pobre niño adoptado y enfermo al cual su abuelo y ahora que lo pensaba bien, también su hermano menor, apreciabas más que a él mismo.

Y entonces Raimondo enfureció, y lo odio.

Y continúo haciéndolo por mucho tiempo.

...

Todos se reían a su alrededor, y Ana, sola, sin Gabrielle, no comprendía por qué.

Era su segundo día en la escuela y tuvo que ir sola, porque Gabrielle muy en la mañana fue a entregar formularios de inscripción en diferentes institutos de idiomas aquella mañana.

Gabriel era muy inteligente, a su corta edad ya dominaba cuatro idiomas: italiano, francés, inglés y español, y quería aumentar el ruso y chino a esa lista.

Le había ofrecido llevarla, pero ella en su primer día se había dado cuenta que estaba muy retrasada, y faltar un solo día más, solo significaba una cosa, que ella perdería aquel ciclo, ya que no entendía nada, así que declino la idea.

Pero en ese momento, ahí sola, con gente burlándose de ella a su alrededor, solo pensaba que no ir con Gabrielle había sido un error.

Desesperada Ana estaba a punto de correr al baño y revisar centímetro a centímetro su rostro, porque tal vez tenía algo en él y por eso todos se burlaban de ella.

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