Gabrielle Matterazi, fue abandonado por sus padres biológicos en un pequeño convento al norte de París con apenas ocho meses de vida, un niño frágil y enfermizo desde su nacimiento, cuando bebé muy poco lloraba y al principio la hermana Annelise la monja que cuido de él desde el momento en que llego, culpo a la varicela que padecía cuando ella y sus otras dos hermanas de hábito lo encontraron, supuso que le había arrebatado no solo su salud sino toda su vitalidad, pero mediante pasaba el tiempo y él iba creciendo, con aquellos ojos claros, tez blanca y cabello oscuro y mucho mejor aún, sano, educado, tranquilo... hermoso, las monjas supieron que la aquella varicela mortal, no le había quitado nada, supieron que aquel niño al que nombraron Gabrielle como un ángel—porque así se veía, como un ángel— solo supo desde un principio que estaba seguro ahí, en brazos de aquellas monjas, que simplemente él sabía que había encontrado su lugar.
Contra todo pronóstico aquel niño extremadamente hermoso y enfermizo vivió lleno de amor. Desde las monjas que cuidaron de él en aquel convento francés por seis años, y que recompensaban su buena comportamiento y amabilidad llevándole cada domingo galletas de chocolate con leche a su cama para que el no tuviera que ir al comedor a buscarlas—porque su pequeño niñito no tenía necesidad de eso, el merecía ser tratado como un rey—.
Hasta el de sus padres adoptivos italianos, aquella familia de dos, que no había tenido la fortuna de que el vientre de la esposa floreciera y que quería darle a un niño tan desafortunado como ellos un hogar, uno completo.
Cuando Dante y Lorena Matterazi llegaron a aquel orfanato parisino no buscaban nada en específico, pero entonces lo vieron, a aquel niño de seis años blanco como las perlas y entonces lo supieron.
Si ellos iban a tener un hijo tendría que ser él y se lo llevaron. Y desde ese momento lo trataron con tanto amor y cuidado que a veces Gabriele se sentía como una pequeña estrella. Y así lo veían sus padres Dante y Lorena, como una estrellita que se debía cuidar o se escaparía a brillar en el cielo. A donde pertenecía.
Muchas veces casi lo hizo.
El cáncer es cruel y en los niños más que nada.
Gabrielle fue diagnosticado con leucemia luego de cumplir los nueve años y sus padres una de las familias italianas más ricas, sintieron que podrían entregar todo su dinero si alguien, cualquiera, le pudiera evitar tanto dolor a su pequeño.
Pero la vida es injusta, y el dolor demanda sentirse.
Gabrielle empezó su tratamiento de inmediato a la semana siguiente de su diagnóstico y las quimioterapias, y los medicamentos tan fuertes que debía tomar tardaron mucho menos en deteriorar su pequeño y delicado cuerpo.
Su piel blanca como las perlas, ahora había perdido todo su brillo, y su hermoso cabello oscuro cuales pozos sin fondo desapareció poco a poco, cuando la hermana Annelise lo visito en aquella clínica oncológica, lo único que pudo reconocer de su pequeño niño, fueron sus ojos, verdes cual pasto, pero ahora rodeados por dos oscuras ojeras, el cáncer no se pudo llevar el color de sus hermosos ojos, pero hacia lo que sea por opacarlos.
Los tratamientos fueron dolorosos, y vivirlos fue aún peor, Gabrielle se sentía débil, a cada minuto, dormir era lo único que quería, pero después de 9 meses de dolor el ya no quería vivir... a sus cortos nueve años ya no soportaba tanto dolor, ya no soportaba más quimioterapias.
Quería decirles a sus padres, aquellos seres que tanto amor le deban, que ya no quería luchar que él iba a rendirse. Así que una mañana de domingo dos de junio cuando cumplía un año más de vida y diez meses de tratamiento se levantó muy temprano, reuniendo todo el valor que podía caber en su cuerpo tan pequeño— Un cuerpo al que el cáncer y los tratamientos que luchaban contra el, le habían detenido el desarrollo— y fue hacia sus padres.
Estaba por fin frente a la habitación de sus padres, recitando mentalmente por milésima vez el discurso que les daría acerca de su dolor y entonces la escucho, a Lorena.
— ¿Estamos malditos Dante?— su voz apenas se escuchaba, pero sus sollozos, sus sollozos eran fuertes. —Al fin tenemos un hijo y la vida me lo quiere arrebatar ¿Por qué? ¿Acaso ya no hemos sufrido bastante?
Los sollozos y voz quebrada de su padre, de aquel hombre imponente y fuerte fue lo siguiente que escucho.
—Si tenemos que sufrir, lo haremos, pero aquí, solos, sin que él nos vea, porque mi niño, mi Gabriele, él debe estar sufriendo más.
¿Qué el sufría más? No. El no sufría tanto como ellos, a él simplemente le dolía el cuerpo, pero a sus padres, aquellos dos seres que ni siquiera su sangre llevaban, a ellos les dolía el alma.
Su dolor frente al de ellos, era una estupidez.
Y ahí lo decidió, el no moriría aún, pero no decidió por él. —Gabrielle ya no iba hacer nada para él mismo, eso era egoísta y el ya no sería egoísta nunca más—. Y si tenía que soportar el dolor de sentir todos sus huesos rompiéndose, él lo soportaría y sonreiría porque él tenía, no, él debía darles a sus padres la felicidad que ellos merecían.
....
Hola chicos, soy yo Xia. Jajaja se que aun somos pocos pero gracias por leer mi historia. Los amos.
Les agradecería mucho sus votos y que recomienden mi historia, claro si les gusta <3 no pierden nada y a mi me ayudaría mucho. Gracias por todo <3
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ADORO- El diario de Ana
Romance¡Oh, amore della mia vita! Si me dejaras oirte una vez más, pudrirme en el infierno no seria tan malo. Adoro tu voz. ... ¿En serio la recuerdas? ... Te adoro y te adorare incluso cuando mi mente olvide los detalles de tu rostro y de tu cuerpo... Y...