La noche era hermosa, la luz de la luna llena se filtraba por las ventanas de la habitación de Ana, e iluminaba el sudor de en su piel.
Apenas media hora después de cenar Ana había empezado a vomitar sin parar, y cuando ya no le quedaba nada en el estómago, solo expulsaba una bilis amarillenta, y la fiebre no paraba de subir con cada minuto.
Lorena y Dante desesperados llamaban al médico y Gabrielle ahí junto a ella impotente como siempre solo podía observar su dolor.
Y es que aunque ella quería ser fuerte, y minimizar todos sus malestares, no podía, el dolor corporal fusionado con migraña y la sensación de que sus entrañas querían salir de su cuerpo, hacían que las lágrimas brotaran sin su consentimiento y que los quejidos que emitía cada vez fueran más fuertes.
¿Y el médico?
El maldito médico no llegaba y Gabrielle sentía que explotaría en cualquier momento de desesperación.
—Estoy bien.
La voz de Ana era débil, casi imperceptible.
Y mientras la sujetaba de la mano Gabrielle solo quería que ella le dijera la verdad, que le dijera cuanto le dolía, que le mostrara de alguna manera, que si él sabía que era lo que tenía podría sanarla.
—Deja de mentirme, por favor, Ana— el tono de súplica en su voz rompió el corazón de Ana, y ese dolor pareció superar el físico.
Ella ya no pudo retener más su llanto amargo y se dejó ir sobre el pecho de aquel muchacho pelinegro quien la apretaba cada vez más fuerte como queriendo disminuir su dolor, pero ya no podía, ya nada funcionaba. Se sentí morir.
Y ahí en ese momento, en los brazos de su Gabrielle, ella se desvaneció.
...
Cuando Ana se desmayó Gabrielle perdió totalmente la calma, miro a sus padres desesperado, suplicante...
—¡No se queden ahí si hacer nada!— Gabrielle nunca gritaba, aquella fue la primera vez.
Y sus padres como saliendo del ensimismamiento se dieron cuenta que realmente estaban parados sin hacer nada, mientras su niña estaba ahí, frágil e inconsciente.
Entonces Dante corrió y la arrebato de los brazos de Gabrielle, lo dejo ahí vacío, y corrió con Ana hacia su auto.
No podía esperar más la llegada del médico, debía llevarla él mismo, y en cuanto estuvo en el auto, los límites de velocidad dejaron de estar en su mente.
...
La sala de espera era fría y el olor insoportable, le recordaba a los Matterazi los años de sufrimiento y la lucha que parecía interminables contra aquel cáncer de Gabrielle.
Y justo cuando parecía que dejarían esos recuerdos atrás, ahí estaban de nuevo en una sala de hospital esperando a por buenas, malas o cualquier maldita notica porque nadie les decía nada.
Al fin cuando el medio llego, todos se levantaron.
—¿Cómo está mi hija?— Lorena y Dante dijeron al unísono.
...
Y mientras el estado de Ana era incierto en ese mismo momento Raimondo se encontraba pensando en ella, en lo amable que había sido los últimos días, en las sonrisas que le dedicaba siempre que la miraba y luego pensaba en Gabrielle.
Se preguntaba si siendo ella hermana de aquel antipático y luego de haberle hecho lo que le hizo en su hermoso cabello, él tenía alguna oportunidad, alguna esperanza de acercarse y ver esa sonrisa más de cerca, más seguido...
Y entonces aquellos pensamientos se borraron de su mente casi al instante.
Él tenía chicas para escoger y no necesitaba de una niña, porque eso era Ana, una niña, para poder satisfacer sus hormonas a quienes culpaba por aquellos pensamientos estúpidos.
Pero entre más trataba de evitarlo, más inevitable era...
Su cerebro no paraba de reproducir su sonrisa una y otra y otra vez.
Esa niña...
¿Qué le estaba haciendo esa niña?
— A la mierda todo— aquello dejo de ser un pensamiento para ser una afirmación, una orden para él mismo.
Y era exactamente lo que él iba hacer, mandar a la mierda todo, dejarlo ir. Reaccionar.
...
Los primeros en entrar fueron Dante y Lorena, al parecer Ana tenía una bacteria conocida como Vibrio, que según el médico debió haber contraído de algún compañero enfermo, ya que era muy contagiosa y por lo mismo le prohibieron la entrada a Gabrielle hasta que los próximos exámenes que le realizaran a Ana dieran negativo, y aunque al principio quiso entrar de todas maneras al enterarse que ella estaría bien lo acepto, lo que no acepto fue moverse de aquella fría sala de espera... y eso le recordaba cuando conoció a Ana.
Y de pronto las salas de espera ya no eran tan desagradable por lo menos para él.
Ana abrió los ojos suavemente y entre adormilada por los sedantes y el alivio, dijo lo primero que pensó al ver a Dante y Lorena ahí.
—¿Mami? ¿Papi?— Y aunque su voz era suave, la emoción que provoco fue la misma que hubiera provocado si lo hubiera gritado a todo pulmón.
—Aquí estamos— dijo Dante tomando su mano abrumado por la alegría.
—Los quiero, los quiero mucho...
Era la primera vez que Ana no los llamaba señores, la primera vez que ella de verdad los sentía sus padres y aunque solo fuera tal vez producto de las medicinas y su debilidad Dante y Lorena sintieron que habían ganado ya.
Que ahora era de verdad, que ya no era solo los padres de Gabrielle sino los de Ana también y ante su aceptación y amor lloraron.
Y no había nada mejor en el mundo que el llanto de felicidad...
Y aunque la luna llena de aquella noche se desvanecía en la madrugada, aquel momento que presencio se quedaría para siempre.
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ADORO- El diario de Ana
Romance¡Oh, amore della mia vita! Si me dejaras oirte una vez más, pudrirme en el infierno no seria tan malo. Adoro tu voz. ... ¿En serio la recuerdas? ... Te adoro y te adorare incluso cuando mi mente olvide los detalles de tu rostro y de tu cuerpo... Y...