CAPÍTULO 1: Como el sol al atardecer.

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Se dice que hogar es aquel lugar donde te sientas cómodo y cualquier sitio puede serlo si se tienen recuerdos cálidos de él, este era un claro ejemplo de dichas palabras.

En una colina con pastos verdes y algo alejado de la ciudad se encontraba aquel pequeño orfanato que en muchas ocasiones pasaba desapercibido debido a su ubicación. La estructura de este lugar era algo vieja, demasiado simple y los colores que años atrás habían sido brillantes ahora se encontraban decolorados por el sol, aun con todas esta características este lugar estaba lleno de vida.

Niños de diferentes edades jugaban por todo el lugar y las risas llenaban el aire, a pesar de ser pequeños tenían mucho cuidado en su comportamiento y siempre traban de no causar problemas a las encargadas del lugar, aunque siempre existe una excepción...

— ¡Dazai-kun, regresa ahora! - Gritaba una joven cuidadora tratando de atrapar al pequeño que corría desnudo por todo el lugar.

— ¡Oblígame! -Retaba el de cabellos castaños mientras sacaba la lengua en señal de burla y aumentaba aún más su velocidad.

Aquel niño de ojos color avellana había sido criado prácticamente toda su vida en aquel lugar, cuando era un bebé recién nacido lo dejaron en la puerta del orfanato enrollado en un par de mantas solo con una nota que decía "Su nombre es Dazai Osamu" y esa era la única información que tenían sobre aquel bebé, ahora con casi siete años de edad era un niño bastante travieso al cual le encantaba hacer bromas y molestar a los demás, todos ya lo conocían y sabían de sus jugarretas pero aún así siempre encontraba nuevas formas de sorprenderlos.

— ¡Te he atrapado! -Dijo uno de los niños mayores mientras lo cargaba y llevaba nuevamente a la ducha.

— ¿Eh? ¡Eso no se vale Odasaku! - Decía mientras lanzaba pequeñas pataditas al aire tratando de escapar del mayor, pero obviamente todo era en vano.

Aquel chico de cabellos rojos oscuros era el único que siempre detenía a Dazai, al parecer tenía la habilidad de ser inmune a sus bromas y era el único que se podía considerar como amigo.

— Deberías dejar de hacer tantas travesuras, terminaras siendo nuevamente regañado por Haruka-san. -Le advertía el menor mientras lo ayudaba a enjuagar su cabello.

— De todos modos, siempre me termina regañando por todo, ˝Dazai no rayes las paredes", "Dazai no juegues con la comida", ˝Dazai no les pongas insectos a las niñas", "Dazai no corras desnudo". -Trataba de imitar la voz de aquella señora al mismo tiempo que hacía pucheros. - ¡No me deja hacer nada!

Oda solo soltó una pequeña risa al escuchar todas las quejas del pequeño, era todo un caso tratar de lidiar con aquel niño y aunque quisiera sabia que no le podría ganar en una discusión de ese tipo, solo siguió ayudándolo a bañarse.

Dazai se apresuró a vestirse y luego bajo las escaleras junto a Odasaku para ir al comedor, por lo general siempre eran los últimos en llegar, pero por alguna razón cuando llegaron no había nadie cenando. Prestaron un poco de atención y escucharon mucho ruido en la entrada así que decidieron ir a ver lo que pasaba en aquel lugar.

— ¿Vienes de otro orfanato? -La voz de una niña sonó entre todo el ajetreo.

— ¿Cómo te llamas? - Otro niño preguntó emocionado.

— Basta niños, en un momento él se presentará. -Interrumpió Haruka mientras tranquilizaba a los demás niños. Al subir su vista se percató que Dazai y Oda estaban ahí, los invito a acercarse para posteriormente seguir hablando. - A partir del día de hoy tendremos a un nuevo integrante en nuestra familia.

Cuando dijo esto Dazai pudo ver a un niño de ojos azules como el mar, cabellos naranjas que caían sobre sus hombros que se veían tan suaves como el algodón, una tímida sonrisa se dibuja en el rostro del pequeño y transmitía una ternura inigualable pero a la vez reflejaba lo incómodo que se sentía en aquella situación, ante tal panorama Dazai había sido cautivado completamente.

El hilo rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora