CAPÍTULO 4: Obsequio para Dazai.

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Si la actitud de Dazai ya era algo cortante y distante, la muerte de Odasaku solo hizo que esto se reforzara. La noticia del fallecimiento de aquel joven dejo muy conmocionados a todos en el orfanato, no podían creer el hecho de que aquel chico que tenía todo un futuro por delante ya no regresaría nunca más a casa.

Para aquel chico de piel blanca y ojos cafés la vida perdía sentido lentamente, tiempo atrás la persona que amaba había sido separada de su lado y ahora le habían arrebatado a su único amigo, ¿Qué podría ser más horrible?

Todos decían que Odasaku era un héroe por haber retenido a aquel ladrón sin importarle perder la vida en el acto. Dazai al escuchar aquellas alabanzas de llenaba de coraje ¿De que servia ser un héroe si jamás regresaría? ¿Por qué sobreponer a otros antes que a uno mismo? ¿Por qué Odasaku tenia que ser tan buen samaritano? No. La verdadera pregunta era... ¿Por qué tenia que haber sido Odasaku?

Un día siguiente del accidente se llevo a cabo el entierro, pero cierto chico de cabellos castaños se rehusó a asistir y se quedo encerrado en su cuarto. Observo la cama a su lado que ahora se encontraba vacía y que estaría así por el resto de su vida.

-¿Quién festejara conmigo mi cumpleaños 19? .-Estaba consiente de que estaba solo en la habitación, sin embargo aún tenía la esperanza de que alguien contestara su pregunta. Pero nunca obtuvo una respuesta.

Dazai recordó con amargura una conversación que habían tenido un par de años atrás, en aquel entonces había sido algo tan banal pero ahora tenía un sentido claro.

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-Oda, siempre que te observó me doy cuenta de que eres diferente al resto. -Decía mientras veía al mayor de pies a cabeza.

-Dazai, deja de decir tantas tonterías. -Soltaba un pequeño suspiro a causa de su amigo.

-Es que no puede ser posible que tu no tengas hilo rojo. -Si bien no le había contado a nadie sobre su habilidad Odasaku era la única excepción, al inicio había sido difícil de explicar y de convencerlo que era real, pero al final termino creyendo en las palabras de Osamu.

-Tal vez tu habilidad no sea tan buena como dices. -Dijo en tono divertido dañando el orgullo del contrario.

-Me ofende que pienses eso, mi habilidad no tiene ninguna falla. -Paro por un instante para luego agregar. -En cualquier caso, tu eres la falla al no tener tu alma gemela. -Dijo ahora en un tono de burla.

-¿Cómo que no tengo un alma gemela? Claro que la tengo y cuando la encuentre de lo restregare en la cara. -Alegó con total firmeza en sus palabras.

-Me gustaría ver eso, anciano. -Le saco la lengua en señal de no tomarlo en serio.

-Pequeño mocoso. -Así empezaron una de sus tan comunes peleas de cosquillas.

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-Mentiroso... -Una lagrima traicionera escapó de su ojo izquierdo comenzando a recorrer su pálida piel. - Jamás me presumiste a tu alma gemela.

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Momentos difíciles eran los que atravesaba el moreno, había renunciado a su trabajo por falta de interés, pasaba todo el día en la calle sin un rumbo fijo y llegando casi a media noche a su hogar, sus hábitos alimenticios empeoraron a tal punto de comer cada tres días y sumado a esto había desarrollado una pequeña adicción a autolesionarse. Al principio realizaba pequeños cortes casi superficiales, pero poco a poco la intensidad incremento a tal grado que sus muñecas siempre tenían que estar vendadas debido a la cantidad de sangre que perdía, las cuidadoras están muy preocupadas por él y por más que trataban de ayudarlo y brindarle su apoyo este solo se negaba a escucharlas.

El hilo rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora