Una semana y media después de la aparición de Andrea, en la OINDAH
Andrea salió muy tarde de la organización. Después de que la Dirección General anunció que su deceso había sido un error, decidió volver a sus labores de inmediato (su coartada en la ONG y la secreta en el proyecto). No quería pensar en otra cosa que no fuera el trabajo. Aquella a la que creyó su amiga no la había buscado aún. Pronto tendrían que encontrarse por cuestiones del proyecto. Sin embargo, no quería verla. El único sonido que se escuchaba eran sus pasos sobre el pulido piso.
Se acomodó la chaqueta. Llevaba un bolso pequeño, como de costumbre. Presionó el botón del ascensor y mientras lo esperaba, echó una ojeada a través de los enormes ventanales. Era el piso seis. Alcanzaba a ver algunos de los techos de las construcciones circundantes, todas tenían menos niveles que la torre. Había subido a la oficina de la ONG.
Ese día, las actividades en el laboratorio ubicado en un nivel subterráneo la habían ocupado largo tiempo. Le dio un escalofrío cuando se abrió el elevador y subió deprisa. Se sentía melancólica y solitaria. La puerta se abrió ante el iluminado y espacioso vestíbulo. Se dirigía hacia el control de acceso, cuando un grupo de cinco caballos pasó haciendo barullo. Manuel "El Perico" iba con ellos.
Todos vestían el uniforme del CDA: pantalón de lona gris oscuro con bolsillos, playera color azul acero de mangas largas, cuello alto pegada al cuerpo y negro chaleco antibalas sobre ésta, así como los micrófonos sobre la oreja. Cuando el alto hombre vio a la chica se detuvo en seco, a la mitad del enorme espacio de pulido y claro piso. Le dijo algo a sus compañeros, que siguieron su camino. Andrea se quedó parada también. Él la observaba sin mover un músculo.
En ese momento ella recordó que no hacía mucho tiempo se suponía que estaba muerta. Todos estaban acostumbrándose a aceptar que realmente no había fallecido. Tenía consigo una copia del comunicado oficial de la OINDAH, en el que se retractaban de la confirmación de su deceso, la cual se debió a un error, pero no explicaba nada más. Lo llevaba en el bolso en caso de que alguien la observara con terror. Aún no la había visto mucha gente desde que volvió, entre ellos, Manuel. Debió enterarse de la noticia, pero sin duda era distinto encontrarla en persona. Fue hacia ella con rapidez y la abrazó con fuerza. La joven tenía los brazos pegados al cuerpo. Un largo momento después, el hombre se hizo para atrás.
—Perdón, es que... —dijo llorando.
Andrea lo observó conmovida. Lo abrazó de vuelta. Él la levantó unos centímetros del suelo y comenzó a reír, nervioso. Se sentía como una muñeca de trapo en manos de un gigante. La dejó nuevamente sobre el piso y la sujetó por los hombros, riendo y llorando a la vez.
—Discúlpame.
Ella lloraba también, contagiada por la emoción de Manuel.
—No te preocupes, lo entiendo.
—Es tarde, ¿ya cenaste? Déjame acompañarte a tu casa —dijo emocionado.
—Vamos —respondió ella.
Manuel condujo. Todo el camino habló y habló, manoteando en el auto, como de costumbre.
Llegaron a un restaurante de comida rápida abierto a esa hora. Andrea pidió algo ligero y él ordenó una tremenda hamburguesa.
—Si el dietista del CDA viera esto, me correría del grupo —aseveró—. Ha sido increíble verte, me hace muy feliz —afirmó él.
—Gracias, amigo. Pensé mucho en ti.
—Dijeron que te trasladaron en coma con otro nombre por error a un hospital distinto y que se enteraron que eras tú hasta que recuperaste la consciencia meses después.
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LA ENTREGA
Ficção CientíficaElla solía ser común y corriente. Ya no lo es. Debe entregar un poderoso bien al mundo. Nadie conoce sus límites. La ambición no los tiene. Nada es lo que parece. *Ganadora de Spirit Clock Awards en la categoría Aventura-Acción en 2021 *Ganador...