Seguir adelante. Capítulo 47.

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Cinco años, siete meses y dos semanas desde la aparición de Andrea

En la organización, seis semanas después del incidente en el museo

Contacto se dirigió a la cede de la OINDAH en el más discreto de los autos de Di Maggio que había en el garaje. Cuando llegó sacó la mano enguantada por la ventanilla y puso el índice en el scanner. A pesar de que tuvo que detenerse en los controles de acceso, no le revisaron el vehículo como habría ocurrido con el de cualquier visitante ordinario, lo cual agradeció. Dejó el auto en el estacionamiento subterráneo y corrió hacia el CDA.

Cuando estuvo afuera del área administrativa, se detuvo un momento. Pensó en Harry otra vez y sintió como un golpe en el estómago. No sabía si había vuelto a trabajar y si lo había hecho, no quería verlo, ni quería que le importara. Se arrepintió de haber ido, estaba a punto de darse media vuelta para regresar a la mansión cuando un joven se acercó a ella. Era Ader Acuña, el sobrino del fallecido director.

—Hola maestra —le dijo.

—Qué tal Ader —respondió y se acercó para saludarlo con el medio abrazo que solían darse los caballos, en el que ambos juntaban el hombro derecho, dejando ese brazo pegado al cuerpo sobre el bolsillo en el que portaban alguna de sus armas no letales y se daban palmadas en la espalda con la mano izquierda. Era una forma simbólica de decirse "estoy en servicio y cuido tu espalda".

—Hace tiempo que no te veíamos por aquí —dijo el hombre sin que sonara a reproche.

—No me encontraba bien. Vine en cuanto me enteré de la explosión en la ONG, ¿qué pasó?

—Deberías hablar con Manuel, ha de estar en su oficina.

Ella sintió una opresión en el pecho y fue hacia allí. La secretaria se sorprendió al verla.

—Buenos días, hemos estado tratando de localizarla desde hace tiempo —dijo la amable mujer, mientras levantaba el auricular para avisarle a Manuel.

Contacto lo encontró detrás de montones de expedientes que estaban sobre el escritorio de metal.

—Manuel —dijo desde la puerta de la oficina.

Él negó con la cabeza, frunciendo los labios.

—Ahora sí la hicieron buena los Alfa. Nos dejan sin dos elementos y ocurre un percance —afirmó el enorme hombre moreno, removiendo algunos de los papeles que estaban sobre su escritorio.

Ella estaba desconcertada, se acercó y tomó asiento en la silla frente a éste.

De pronto tuvo miedo de revelar información indebida, como el que sintió la primera vez que estuvo en el comando, años atrás.

—La verdad no entiendo a qué te refieres —afirmó.

Él estaba atónito.

—¿No de dio tu operador todos los mensajes que te dejamos?

Él, a pesar de que estaba saturado de trabajo, se iba a tomar el tiempo que fuera necesario para aquella entrevista. La observó muy serio.

La joven sabía que esperaba que le dijera algo, pero mejor fue al grano.

—No me he comunicado con el operador desde hace tiempo, he estado fuera de servicio. Hoy me enteré de que hubo un incidente en una ONG de la OINDAH y que hay alguien herido.

Manuel la veía con incredulidad.

—Se trata de JC. Por fortuna está estable. Siempre está arriesgando el pellejo como nadie, ya sabes. Aquella vez de la fuga de combustible insistió en entrar a cerciorarse de que el área estaba despejada antes de que comenzara el incendio. Si no lo hubieras sacado tú, tal vez habría muerto entonces, pero me temo que lo que pasó anoche nos rebasó. Pusieron una bomba en la ONG. El equipo la detectó demasiado tarde, JC comandaba al grupo, iba al frente y no logró salir a tiempo. Seguimos el procedimiento, pero esas cosas pasan. Fue un explosivo plástico.

LA ENTREGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora