Ocho semanas desde la aparición de Andrea
En un departamento perteneciente a la OINDAH
Miguel Aster sentía que se balanceaba en el filo de una delgada navaja, pero aún deseaba saber qué encerraban aquellas pequeñas piezas rectangulares de silicio, una de las cuales, estuvo en su poder por varios meses: la que le pertenecía a su prima Andrea. Pero no era lo único que le generaba una gran curiosidad.
Seguía trabajando en el centro de servicio de la OINDAH, y continuaba viviendo en el departamento que su amigo Alfa, Gabriel Elec, le prestó. Se había armado un zafarrancho debido a su fallida entrevista con Contacto, dos meses atrás. Ahora, después del desastrozo evento en el que casi lo mataron de no haber sido por los impresionantes movimientos de la ex amiga de su prima, se sentía como un ratón huyendo de un agujero a otro. Suponía que Elec, el Lector, lo protegería, pero no había sabido nada de él desde aquella noche.
El señor subdirector Alex De Lois debió enterarse a través de su personal que había intentado hablar con una Alfa. Debieron suponer que trataría de darle información, lo cual era cierto y no. Realmente lo único que había intentado era tener las dos placas para finalmente saber lo que decían. Pero ni logró hablar con la amiga, ni pudo leer las placas, ni seguía conservando la que tuvo. Lo único que tenía ahora era terror de que la Pesadilla lo localizara para cumplir con sus amenazas, y era muy fácil de encontrar.
Sin duda creían que era peligroso pues podía revelarle a alguien que fue informante del subdirector. Y desconocía por qué De Lois quería información sobre su prima o sobre las placas, pero debía ser importante ya que le pagaron bien y se tomaron muchas molestias para casi matarlo la última vez. Quizá la siguiente vez que lo intentaran, tendrían éxito. Por ello, no podía dejar de jugar el juego.
Esa noche en casa estaba programando. Lo hacía además de su trabajo en la organización; le costaba trabajo dormir. Alguien tocó a la puerta. Nadie sabía que vivía ahí, excepto El Lector. Observó por la mirilla. La amiga de Andrea estaba del otro lado. En cuanto pegó el ojo ella le sonrió, como si pudiera verlo. Vestía una chamarra de la OINDAH sobre ese raro traje negro. Miguel se hizo para atrás, sobresaltado.
«¿Qué estoy haciendo?», se preguntó y abrió. Volteó hacia ambos lados del iluminado corredor. Estaba desierto. «Ya se fue. ¿Qué querría?», pensó. Dio media vuelta y cerró.
—¡Rayos! —exclamó.
Puso los seguros y cuando iba a trabajar otra vez, alguien del otro lado de la habitación, cerca de la ventana, dijo:
—Hola Miguel.
Gritó por la sorpresa.
Contacto se llevó el dedo índice a la boca para indicarle que se callara. La observaba estupefacto. Ella abrió un poco el traje y él pudo ver las dos placas colgando de su cuello.
Parecía ser que, después de todo, tenía una esperanza. Su silencio no era su única carta. Quizá, aún podría obtener algo para intercambiarlo por su vida...
Tres semanas desde la aparición de Andrea
Di Maggio había estado jugueteando con el mismo vaso toda la tarde. Ese día no tenía particulares deseos de beber, pero se servía por costumbre. Contacto trataba de hacerse notar desde que llegaba al salón: podía entrar de forma tan discreta, que causaba grandes sobresaltos en las personas.
El hombre aún con el trago en la mano la vio entrar y sentarse muy erguida en el sillón de orejas tipo Luis XV frente a él. Él pretendía no verla, hacía girar el dorado whiskey dentro del vaso de cristal. Comenzó a prestarle atención cuando ella recorrió lentamente el pulgar derecho sobre su cuello y su pecho, abriendo el traje. Di Maggio le dirigió una centelleante mirada.
—Es hora de que hablemos sobre esto. He venido a entregarte las placas, como tu padre lo pidió.
—¿No se suponía que Andrea y tú debían venir juntas a darme eso? —inquirió. Deseaba ver la cara que ponía.
La de negro bajó un poco la cabeza y su rostro se cubrió de tristeza.
—Eso de ahí es nuevo —gruñó él.
—No comprendo.
—Lo que traes ahí —dijo refiriéndose al anillo que Harry le dio. Ella no había tenido corazón para devolvérselo aún.
—Eso no es importante. Imagino que el doctor te habrá dicho cómo leerlas.
—No tengo idea —clamó Di Maggio con su profunda voz.
Se observaron en silencio.
—¿De verdad no te lo dijo?
Él comenzaba a exasperarse.
—Está bien. ¿Te molestaría si trato de leerlas por mi cuenta? —preguntó ella tratando de no hacerlo enojar.
Él frunció el ceño un momento.
—Haz lo que te parezca. Pero no dentro en mi casa.
Ella asintió y sonrió un poco
—Gracias.
Se puso de pie y en cuanto le dio la espalda, él la espetó con otra pregunta.
—¿Él te dio el anillo, no es cierto?
Ella se quedó muy quieta.
—No es importante —dijo al fin, para tratar de escapar de la situación.
—Si no lo fuera no lo traerías ahí —gruñó él.
Ella se volvió hacia el alto hombre, que la observaba con frialdad. No sabía qué responder.
—Él no es lo que parece —dijo Di Maggio con voz cavernosa.
Ella negó con la cabeza.
—Nadie lo es.
—No me digas que no te lo advertí —aseveró y le dio un sorbo al fino vaso de cristal.
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LA ENTREGA
خيال علميElla solía ser común y corriente. Ya no lo es. Debe entregar un poderoso bien al mundo. Nadie conoce sus límites. La ambición no los tiene. Nada es lo que parece. *Ganadora de Spirit Clock Awards en la categoría Aventura-Acción en 2021 *Ganador...