Siete años y seis meses desde la aparición de Andrea
En el departamento de Contacto
La mujer del conjunto deportivo volvió a casa después de haber hablado largo rato con Andrea. Había dejado el traje dentro del armario que estaba junto a su cama, en un sitio muy oscuro, lo cual no tenía mucho sentido ya que el DDC tenía un visor infrarojo. Abrió una de las puertas de espejo y lo observó con recelo y dolor. Tenía que volver a ponérselo, en la organización no debían sospechar que tramaban algo. Se colocó todo el equipo como quien se pone el lazo de la horca en el cuello. Aquel traje casi indestructible fue prácticamente lo único que vistió durante años, veinticuatro horas al día. Estaba sentada en la cama viéndolo, cuando comenzó a parpadear la luz interna del DDC, tirado al fondo. Había estado pensando tanto en la traición y el encubrimiento, que se había olvidado de lo que la llevó a ese sitio en primer lugar. Recordó al hombrecillo al que amenazó y que ahora se percataba, era un cabo suelto. El antes conocido como Tanaka.
Se puso el DDC.
—Puente, aquí Contacto —dijo con la voz más firme que pudo.
—Vaya, ya era hora —dijo la voz de Tanaka con un tono pendenciero.
—Debemos encontrarnos otra vez —respondió Contacto.
—Aquí te espero. No sabes cuántas ganas tengo de verte —replicó con sarcasmo.
—No. Será en donde yo decida —dijo ella.
—¿Piensas que te pusimos una trampa? Tonta. Nosotros te trajimos aquí poniéndonos en peligro. Ahora mismo estoy manipulando el sistema para que esta conversación no quede registrada, me sigo arriesgando por ti. Y no, no puedo dejar el puente, mi compañero está de permiso —respondió la voz malhumorada.
—¿No eres Hipólito? —preguntó Contacto, confundida.
—No, no soy Hipólito. Y más vale que te apresures antes de que cambie de opinión —dijo la voz.
Contacto fue deprisa a la organización con el traje puesto, en un vehículo oficial, como si nada ocurriera. Tanaka no existía, eso le quedaba claro. Volvió al cuarto de monitoreo. Le pesaba demasiado estar ahí. La puerta se abrió como la vez anterior, pero frente a los monitores había una mujer casi de su edad, con largo cabello ondulado color rosa que le cubría parte del rostro. Era un poco más baja que ella, un tanto rolliza. La de negro hizo todo lo posible por apartar la vista de la pantalla circular en la que aparecía ella misma, ya que le daba náuseas.
Cuando la joven entró, aquella se puso de pie.
—Soy Adnil —dijo altiva.
—Supongo que te llamas Linda —repuso Contacto.
—Vaya, a veces eres muy aguda —contestó en un tono burlón—. Soy Adnil. Y tú eres una tonta —siguió altanera, como si fuera una niña haciendo un berrinche.
A pesar de su enojo y su frustración, Contacto reconoció el carácter detrás de la voz femenina. Esa actitud la siguió desde el DDC muchos años.
—¿Por qué piensas que soy una tonta? Ustedes me engañaron, veo que Tanaka no existe.
—La voz la genera el sistema, así podemos estar pendientes de ti todo el tiempo —repuso la soberbia chica.
—Los dos son Tanaka entonces.
—¡Qué brillante! Y yo estoy aquí hoy porque Hipólito está mal desde que lo ultrajaste, a pesar de que se puso en riesgo para que supieras la verdad —dijo ella cruzándose de brazos.
Contacto sonrió para sus adentros por esa respuesta, a pesar de todo. No tenía duda que detrás de esa mujer estaba el Tanaka que conocía. Se dirigió a una de las sillas vacías junto a la consola que exponía cada uno de sus movimientos y esperó que Adnil hiciera lo mismo. Todo olía a chicle y frituras de maíz.
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LA ENTREGA
Ficção CientíficaElla solía ser común y corriente. Ya no lo es. Debe entregar un poderoso bien al mundo. Nadie conoce sus límites. La ambición no los tiene. Nada es lo que parece. *Ganadora de Spirit Clock Awards en la categoría Aventura-Acción en 2021 *Ganador...