La chica de los ojos dulces y la sonrisa gamberra (Cap7)

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Sara

El día en barco no pudo ser mejor. Tomamos mucho el sol, nos bañamos en aguas cristalinas, tuve ese rato de intimidad con Iván ¡que fue un puntazo!, comimos juntos en la cubierta y Marina estuvo divertida y picando a Julio todo el rato, lo que hizo que él se divirtiera mucho también.

Cuando llegamos a casa me confesó que no se animó a hacerlo con ella en la playa. No llevaron condones y no quisieron arriesgar con maniobras tipo marcha atrás. Más que nada porque, entre otras cosas como evitar un embarazo no deseado o una ETS, es una norma que hemos establecido entre nosotros para con los demás, seguridad y protección ante todo. Pero le hizo sexo oral y ella lo masturbó a él.

No me molesta saber que tienen sexo porque mi mente está demasiado ocupada memorando lo increíble que fue estar con Iván y la conexión sexual tan potente que tenemos.

Lleva toda la semana enviándome mensajes de los suyos, de esos calientes, con palabras muy explícitas y llenos de confesiones y deseos relacionados con cuando volvamos a vernos. Así no hay quien pueda pensar en otra cosa.

Yo he tenido mucho trabajo pero, a pesar de lo interesante que es la novela que estoy corrigiendo esta semana, mi mente ha estado dispersa y muy náutica.

El miércoles cuando llego a casa de hacer la compra, me encuentro con que Julio ha preparado una velada romántica. Ha cocinado, ha puesto velitas y se ha arreglado para esperarme con un vino frío.

—¿Y esto? —cuestiono sorprendida mientras dejo la compra en el suelo y me acerco a él.

—Nos merecemos una noche para nosotros, ¿no? —pregunta rodeando mi cintura y dejando un beso tierno en mis labios.

¡Qué bien suena eso!

Cenamos en la mesa del comedor, rodeados de las velitas y hablando de nosotros, recordando anécdotas de cuando nos conocimos y comentando lo divertido que está siendo explorar el mundo swinger juntos. Lo único que no me acaba de gustar es cuando comenta la posibilidad de dejar de ver a Iván y Marina y buscar otra pareja nueva.

—¿¡Qué tienen de malo Iván y Marina!?

—No tienen nada de malo, son geniales —confirma Julio—, pero ¿no crees que deberíamos conocer a otras personas? Sara, te conozco muy bien y como sigamos quedando solo con ellos, vas a empezar a sentir cosas...

Mierda.

—¡No voy a enamorarme por echar un par de polvos! Julio, no digas tonterías —me defiendo de su ataque con rotundidad. No quiero ni hablar de la posibilidad de dejar de ver a Iván.

—No digo que vayas a enamorarte, he dicho «empezar a sentir cosas» —aclara muy prudente.

—Tú no te preocupes por eso, que si siento cosas seré yo misma quien corte con todo.

—Aún así, creo que, si queremos seguir en esto, deberíamos conocer otra pareja, no estar solo con ellos como acordamos. Piénsalo al menos.

—Me parece bien que nos abramos a otras personas, pero eso no implica que tengamos que dejar de verlos —acepto molesta.

Julio se muestra cariñoso y atento conmigo el resto de la cena y para el postre se me ha pasado todo el enfado, me ha subido el vino y acabamos haciéndolo en el sofá, cosa que no sucedía desde hace meses. Ha sido un buen polvo, ambos estamos más fogosos desde que tenemos amigos swingers. El chispazo de Iván puede que sí encienda un poco nuestra chispa al fin y al cabo.

Al día siguiente estoy tomando un café frente al ordenador e intentando corregir un párrafo imposible cuando me suena el móvil y veo «Mat» en la pantalla. Disimulo la sorpresa y la ilusión, y contesto con voz coqueta.

El unicornio y mi crushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora