𝙐𝙣𝙤

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Ese sábado por la noche Alondra fantaseaba con estar tendida en su cama, después de pasarse la tarde desarmando toda su mudanza.

Por el contrario, estaba en medio de la pista de un boliche en capital que no era del todo su ambiente, pero la insistencia de sus amigas había sido suficiente para que terminara cediendo.

Cuando Alondra hizo su camino de regreso a donde estaban sus amigas después de pedirse otro trago en la barra, las vió muy animadas bailando con Martín y Tobías, dos de los varones del grupo.

Quiso distenderse, pasar una noche agradable entre amigos y no pensar en nada; ni en los motivos por los que había vuelto a mudarse lo más lejos posible de su madre.

Le dió un largo trago a su vaso de fernet, apurando el paso para llegar rápido con sus amigas y evitar que algún desubicado le metiera mano o quisiera frenarla para sacarla a bailar.

Pudo relajarse un rato, abandonando cualquier pensamiento negativo y dejándose llevar por la música, hasta que vió a Martín hablándole a su amiga Luana al oído, y se le fueron las ganas de todo.

Si bien entendía que al estar alejada de sus amigos por casi dos años iba a encontrarse un panorama algo diferente, no se esperaba lo que estaba viendo.

Martín fue el único varón del grupo que había ahorrado unos pesos para viajar a verla en vacaciones, y de cierta forma había correspondido esa devoción que ella sentía por él desde chicos. Cuando volvió hacían videollamada hasta las cuatro de la mañana, y pudo ver una conexión que no tenía con nadie más. Ahora se planteaba si no había sido todo producto de su imaginación.

Igualmente no podía culparlo, su amiga siempre había cargado un aura especial. Era algo con lo que se nace, y que no podías conseguir ni con el mejor maquillaje o el vestido más lindo. Y aunque un poco le dolía, ni siquiera lograba sentir envidia porque el cariño que le tenía a ambos iba más allá de todo eso.

Le hizo un gesto con la cabeza a sus otras amigas, indicando que iba al baño. Daiana levantó su mano para que la esperara, mientras Luisi se quedó bailando con Tobo.

Agarró a su amiga del brazo para ir juntas al mismo paso. Dai se tambaleaba un poco, pero estaba segura de que todavia podía caminar por su cuenta, solamente la usaba como un apoyo extra. Alondra estaba bastante entonada, pero no tanto como le hubiera gustado.

—Amiga, ¿estás bien? – Alo río al escuchar a Dai arrastrar las palabras.

—Sí, tengo ganas de irme hace rato pero no les voy a cagar la noche.

—Eso porque no tomaste lo suficiente.

—Y vos no te querés ir porque tomaste de más, entra primera que te espero.

Alondra ni siquiera quería hacer pis, solamente alejarse de esa escena que seguía instalada en su cabeza y la perseguía por todo el lugar.

Se arregló el delineador con el dedo índice, intentado ver su reflejo con toda la claridad posible en un espejo que parecía tener manchas y salpicaduras de hace meses.

Se lavó las manos por el simple hecho de distraerse con algo, hasta que vió a Daiana salir y copiar su acción.

Volvieron a salir nuevamente agarradas del brazo, y Alo negó cuando Dai la arrastró hacia la barra.

—¿Cómo que no? Ese cuerpo necesita alcohol, amiga. Tomemos un vinito, dale.

—Vos tendrías que tomarte un cafecito o vas a terminar quebrando como siempre, Dai.

—Dijiste que nada de arruinarnos la noche.

Alondra subió los hombros en señal de rendición, ¿qué tan mal le podía hacer unos vasos de vino? Si servían para pegarse el pedo que necesitaba y olvidar sus problemas un rato, era bienvenido.

altibajos ; wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora