𝙎𝙚𝙞𝙨

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Alondra.

El fin de semana en la quinta transcurrió sin mucho más drama; La primera noche que "nadamos" con Valentin también compartimos la cama aunque no me tocó un pelo.

Todo el sábado y la mañana del domingo se dedicó a ignorarme como si no estuviera presente, pasando todo el tiempo con Tadeo mientras yo aprovechaba tener de nuevo a mis amigas cerca.

Martín intentó volver a entablar una conversación, pero cuando Luana volvió diciendo que ya se sentía mejor toda intención de tener una charla quedó en el olvido, y a mi sólo me dejaba con un mal sabor al ser descartada tan facilmente.

Así me sentía todo el tiempo: descartable. Valentín se acercaba sólo cuando no tenía nada mejor que hacer, Martín cuando estaba solo y mis amigas cuando sus chongos las dejaban para irse a jugar a la play. No me pregunten porqué no me iba, porque ni siquiera yo lo sabía.

Únicamente me recordaba a mi misma que eran las únicas personas que tenía y que si las perdía iba a quedarme completamente sola, más de lo que ya me sentía. 

Ahora, ya una semana después me encontraba tirada en mi sillón que finalmente había llegado. Mi departamento estaba en orden, lo que me generaba una paz mental absoluta.

Me sentía algo idiota por estar haciendo una maratón de Harry Potter después de rechazar una salida con todos ellos, pero después de todos los sucesos del fin de semana pasado lo único que necesitaba era relajarme, estar sola y no pensar en nada.

Mi paz se vió perturbada unos cuarenta minutos después, con el sonido del timbre.

Me levanté chequeando en la mirilla de la puerta quién podría ser a ésta hora y la sorpresa que me llevé me descolocó por un momento.

Me miré rápido en el espejo del pasillo debatiendo si abrir con la pinta que tenía en este momento, toda despeinada y en pijama. Respiré un par de veces, y giré el picaporte.

—Hola – dijo con timidez —¿Puedo pasar?

Decir que su presencia me sorprendió era quedarme corta, Martín era la última persona que esperaba ver en la puerta de mi departamento nuevo. Mentalmente quise asesinar a Daiana, que era la única que podía darle mi dirección.

Abrí la puerta un poco más haciendo lugar para dejarlo entrar sin decir una palabra. Entró a paso lento mientras yo cerraba la puerta con llave nuevamente.

—Sentate si querés.

Una vez que se encontraba en el sillón me senté con él, prácticamente en la otra punta para mantener toda la distancia posible.

—Necesitaba que hablemos tranquilos y solos, por eso vine.

—Te escucho.

—No sé por donde empezar, Alo. Pero sé que te quiero pedir perdón porque no te merecías nada de esto... nada de lo que viste.

—Yo acepto tus disculpas, pero creo que no tenemos nada más que hablar. No te odio ni mucho menos, me perdí un poco porque antes de viajar estábamos bien... pero ya está, Martín. Podes irte tranquilo.

—Si queres odiarme estás en tu derecho, me preocupa pensar que te pude lastimar, eso no me deja estar tranquilo. – movía su rodilla de arriba abajo como siempre que estaba nervioso y por primera vez no sentí ganas de hacer algo para tranquilizarlo.

—Sí me lastimaste, no voy a decirte lo contrario para aliviar tu culpa. – a veces me sorprendía lo fría que podía ser con alguien a quién quiero tanto.

—No vine a limpiar mi culpa, amor. – algo en mi pecho se removió un poco al escucharlo nuevamente llamarme así. ¿Qué tan cruel se podía ser? —Perdón... no sé que más decir Alo, me confundí.

altibajos ; wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora