𝘿𝙞𝙚𝙘𝙞𝙣𝙪𝙚𝙫𝙚

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Alondra.

El sonido incesante de la alarma me obligó a abrir los ojos con pesadez. Busqué con todo el cuidado posible mi celular sobre la mesa de luz para no tirarlo, y apagué el ruido molesto de un manotazo olvidando que podía bien estamparlo contra el piso.

Di media vuelta en la cama para despertar a Valentín, y alcé las cejas un tanto sorprendida de no encontrarlo ahí, con sus ojitos azules cerrados y sus pestañas largas sobre sus pómulos. Una de las tantas maravillas que tenía dormir con él era siempre despertarme antes, y tener al menos unos cinco minutos para apreciarlo en silencio.

Salí de la cama después de estirar un poco mis extremidades, sentía que me había pasado un camión por encima debido a la mala postura que venía manejando estos días al momento de estudiar, y para rematarla la falta de sueño no era de gran ayuda.

En el trayecto corto a la cocina escuché unos ruidos, lo cual me confirmó que Valen seguía en mi departamento. Apenas entré lo divisé apoyado contra la barra, ya vestido con un jean negro, un buzo azul rompe viento y una gorrita. Me regaló una sonrisa hermosa apenas me vió entrar y con un movimiento de su cabeza señaló la taza que tenía en la mano.

— ¿Te bato un café morocha? – preguntó todavía con su característica voz ronca de recién levantado.

— No sé si me gusta mas esto de que te levantes a hacerme un cafecito... – respondí acercándome para darle un abrazo — o verte en mi cama todo babeado.

Rió un poco con mi comentario y dejó un beso rápido justo debajo de mi oreja. Con la mano que no sostenía la taza se aferró ligeramente a mi cintura para hacerme unas caricias que me relajaron en segundos.

No quería desayunar, bañarme y enfrentarme al mundo. Me negaba rotundamente a salir de este refugio hermoso y único que habíamos creado los dos, sólo para tener que cumplir con mis responsabilidades.

— Me levanté un ratito antes porque nos espera un día largo, y te mereces empezarlo con el desayuno servido – dijo casualmente, pasando con suavidad su nariz por todo el largo de mi cuello. Me mantuve aferrada a sus hombros, a la vez que el batiá el café con las manos detrás de mi espalda como si fuera una tarea sencilla de todos los días.

— Me estás malcriando muchísimo, Valen. – quise agregar que no iba a saber qué hacer cuando se fuera, porque ese pensamiento autodestructivo se me vino a la cabeza en un segundo.

Esa maldita costumbre de pensar siempre que todos me van a abandonar.

— Te estoy mimando, te trato como te mereces... Porque no te mereces menos, ¿escuchaste? Esto ya está.

Lo solté sin ganas, viendo como agregaba de a poco agua en la taza y revolvía con cuidado para que no se fuera la espuma que le había costado conseguir.

— Gracias, Val. Te quiero mucho, ¿sabes? No pienses que no te quiero porque no pude reponer el stock de cápsulas de café, te juro que terminamos con los finales y me acompañas al super a hacer la compra del mes.

— Pensé que no compraste más para que dejara de venir – dijo entre risas, agarrandome por atrás para hacer que gire el cuello y plantarme un besito rápido en la boca — Yo te quiero mucho más, amor.

— ¿A qué hora rendis? – miré la hora en mi celular para comprobar que no me estaba retrasando mucho al disfrutar tanto del desayuno.

Valentín me pasó una tostada y también chequeó la hora en su celular.

— A las cinco, pero tengo que trabajar hasta las tres y media... maso. Hay una bocha de turnos, y siguen cayendo, me piden que los meta en cualquier huequito y la verdad es que no hay lugar para nadie más, me tienen podrido. – revoleó los ojos, seguramente al recordar el trato de los clientes que llamaban a cada rato.

altibajos ; wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora