𝙊𝙣𝙘𝙚

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Alondra.

—Decime que estoy pensando mal y no vas a abrir un vino a esta hora.

Dai se quedó con el sacacorchos en el aire, giró los ojos y dejó el vino sobre la mesada de la cocina nuevamente.

—Me dijiste que estás bajón, ¿qué importa si son las cuatro de la tarde?

—Y no te mentí, pero más tarde tengo que estudiar.

Si, era mentira. Vine a visitarla un rato sólo para dejarla tranquila, éste mes en particular me tiraba abajo en todo sentido. Casi no había abandonado mi depto en estás últimas dos semanas, a no ser que necesitara bajar al chino a comprar algo para comer.

Había aplazado la idea de buscar trabajo al menos por el momento: con la cabeza que apenas me daba para enfocarme de lleno en los estudios decidí dejar de quejarme por mis privilegios y dedicarme todo lo posible a mis planes a futuro.

Por eso creí que mi excusa del estudio sería bien recibida por parte de mi amiga, aunque claramente no la conocía si por un segundo pensé que me iba a dejar volver sola a mi departamento un sábado y a estudiar.

—Dejate de joder, Alo... lo único que hiciste éstos días fue estudiar, te va a venir bien ver a los pibes y distraerte un rato. – gesticulaba y sonreía con la forma contagiosa de siempre, y me di cuenta que a pesar de lo insistente que podía ser a veces, o aunque escabiara hasta el desmayo, era única. Y yo era terriblemente afortunada de tenerla como amiga.

—Justamente no quiero ver a los pibes ni nada, vine más temprano sólo para tomar unos mates.

—Creo que Martín no viene – como si eso solucionara algo, no se daba cuenta de que el paradero de Martín me importaba muy poco —¿Sabías que se terminó todo con Luana? Supuestamente le encontró unos mensajes con el ex.

La miré fingiendo sorpresa, aunque lejos estaba de eso. El amor que sentía Luana por su ex era único, ese tipo de amor lleno de devoción y dispuesto a perdonar cualquier traición. No le importaba prometernos que iba a dejarlo, siempre encontraba alguna excusa para volver con Lucas.

—Vos siempre bien informada de todo el chusmerío.

—Sos una anti hermana, ¿me vas a contar qué te pasa?

—No, pasame el ultimo mate que ya me voy.

Suspiró y cebó otro, corriendo el termo a un lado. Evité su mirada, posandola en el ventanal de su departamento y noté que entre tanta charla había anochecido.

Apuré el último sorbo y pasé por el baño antes de emprender el corto viaje de vuelta a mi departamento sintiendo una tristeza repentina. ¿Se podía llamar hogar a un lugar donde nadie te esperaba para recibirte? Una más en la lista para hablar en terapia.

Escuché voces y me quedé en medio del pasillo, rezando un padre nuestro aunque no soy creyente para que se materializara un agujero en el techo o una salida de emergencia por la cual escapar sin tener que ver sus ojos azules.

Volví al baño como una estúpida e intenté peinarme, le robé a mi amiga un poco de corrector de ojeras y salí con paso firme, fingiendo de la mejor manera posible que el simple hecho de escuchar su voz no me hacía temblar las piernas.

—Alo – musitó Tadeo cuando por fin entré en el comedor —No sabía que estabas acá.

—Hola amigo – el abrazo de Tadeo siempre era reconfortante pero hoy no me alcanzaba —Vine a robarte a tu novia un ratito, pero ya me iba.

—Pero no boluda, ¿qué decís? Desde tu cumple que no nos vemos, vos te quedas conmigo.

Dai aplaudió con entusiasmo, sabiendo de ante mano que nunca me negaba a los planes de mi mejor amigo. Se lo llevó a la cocina de la mano para que la ayudara a traer unas birras, dejándome sin saberlo en el medio del silencio más incómodo del mundo.

altibajos ; wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora