𝘾𝙞𝙣𝙘𝙤

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Valentín era consciente de que lo que estaba haciendo estaba 'mal'. Involucrarse con la persona que aún tenía cierto vínculo con uno de sus mejores amigos no era algo normal.

Estaba dejando mucho que desear como persona, incluso para alguien como él que había dejado atrás todo tipo de moral hace ya un tiempo.

Si bien pasar el rato con Alondra no era algo terrible, podría estar haciendo algo más interesante. Llevó nuevamente el vaso de whisky a sus labios para remojarlos apenas. No necesitaba alcohol en sangre, suficiente había consumido durante el juego, y previo a eso dentro de la casa con Tadeo.

La noche estaba preciosa, con la temperatura y humedad ideal para estar afuera sin abrigo. Pero a él le costaba dejar de mirarla, y buscaba alguna razón a simple vista por la cual Martín pudo dejarla ir; no encontraba ninguna.

Y ahí estaba él, poniendo toda su fuerza de voluntad para dejarla tranquila e irse a dormir, y a la vez no quería despegarse de su lado.

Tampoco pretendía enamorar a Alondra ni nada por el estilo, simplemente la habían pasado bien, muy bien, la noche que se reencontraron. Tenía la sensación de que a los dos le venía bien la distracción y si en el proceso se olvidaba de todo eso que hace un tiempo lo afectaba, mejor.

—¿Querés? – levantó su vaso ofreciendolo.

Ella lo miró de lejos con los ojos entre cerrados. El viento le pegaba de lleno haciendo un desastre en su pelo largo.

Negó casi con timidez, y volvió la vista al frente, para luego mirar hacia abajo al jardín ahora desierto. La única iluminación provenía del quincho.

Se levantó para estirarse un poco, dejando el vaso en el piso. Alondra seguía sin mirarlo, manteniendo la misma postura desde que habían subido hace algo de una hora. En lugar de ponerse a su lado, se colocó detrás de ella poniendo ambas manos a los costados de su figura. Cerró los ojos cuando su pelo se le pegó en la cara a causa del viento. Lo tomó con delicadeza entre sus manos, percibiendo el olor a frambuesa que parecía llevar siempre impregnado. Lo hizo a un lado, dejando su cuello expuesto. Hizo una especie de rodete, envolviendolo en su puño, y el contacto le erizo a la morocha los pelos de la nuca.

Valentín no se contuvo, dejando un beso justo entre medio de sus omóplatos, provocando que ella se encogiera en el lugar.

—¿Que haces? – preguntó en voz baja, con su típica cara de fastidio.

—Estoy haciendote compañía hace una hora, y no me hablas.

—No sabía que querías hablar.

—Si, sino me da sueño enseguida.

—Podes ir a dormir, Valentín. No hace falta que te quedes.

—¿Siempre sos tan arisca?

—Nomas cuando tengo sueño. – había un dejo de broma en su voz.

—Se me ocurre una idea para despertarte – musitó por lo bajo, con una sonrisa socarrona adornando sus facciones.

—Eso fue algo del momento, no va a volver a pasar...

—Yo no estaba pensando en eso, pero bueno.

Alondra agradeció que estaban casi a oscuras porque el calor que subió a sus mejillas fue evidente. Lo miró a los ojos, intentando leer sus intenciones pero Valentín era indescifrable.

—¿Entonces? Te escucho.

—Vamos a nadar.

—No sé nadar.

altibajos ; wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora