𝘿𝙞𝙚𝙯

959 84 131
                                    

Alondra.

Lo primero que sentí la mañana siguiente fue la indudable punzada de la resaca. Cerré los ojos con fuerza, intentando recordar si había tomado tanto como para sentirme de ésta forma.

La cabeza me pesaba y me dolía el simple hecho de tenerla apoyada sobre la almohada. Lo único que sabía con certeza era que necesitaba dos ibuprofenos, un café y tres litros de agua.

Lo segundo que sentí fue el cuerpo que descansaba al lado mío, pero eso no me sorprendió en lo más mínimo.

Hice memoria de como se había descontrolado la noche después de cortar la torta y me aguanté una risa por miedo a despertarlo, y porque cualquier intento de mueca o movimiento sólo lograba que el dolor que sentía hasta en el cerebro, aumentara considerablemente.

No recordaba mucho, pero si tenía la clara imagen de Dai escabiando hasta terminar tirada en una reposera y de Valentín y Tadeo bailando en bóxer en el medio del jardín.

Sabía también que me había acompañado hasta mi departamento y después eligió quedarse aunque no había pasado nada, ya que los dos conservabamos la ropa del día anterior y las veces anteriores habían terminado tiradas por la habitación sin cuidado alguno.

Valentín hizo un ruido extraño que me hizo reír involuntariamente, era una mezcla de ronquido acompañado de una queja al estirarse. Se asemejaba bastante a un perezoso.

—Buen día – musitó con su típica voz ronca —¿Qué haces durmiendo con vestido?

La extrañeza en su voz me dió ternura, hasta que recordé que se trataba de él y que con ésta resaca lo último que quería hacer era mantener una conversación fluida.

—Vos dormiste con el jean – mantuve los ojos cerrados para evitar su típica mueca irónica.

—Debí haber estado destruido enserio para que sigamos vestidos los dos.

Ignore el comentario, de nada servía que incentivara algo que no iba a pasar ahora por el simple hecho de que anoche no sucedió. No era una especie de deuda pendiente, y fueron más veces las que compartimos la cama vestidos que desnudos. Valentín se removió en el lugar con impaciencia y sentí  como me clavaba el dedo índice en la mejilla.

—¿Qué te pasa?

—Me duele todo.

—¿Tenes resaca? – preguntó en tono burlón.

Lo extraño era que él no tuviera resaca con todo lo que había tomado.

—¿Vos no?

—Nunca, jamás. ¿Te traigo algo?

—Porfavor.

Confirmando que no bromeaba se levantó, dejó un beso en mi frente que me hizo fruncir el ceño y se dirigió directo al baño. El muy hijo de puta estaba fresco como una lechuga.

Salió del baño unos minutos después y volvió a la habitación con una botella de agua y un blister de ibuprofeno.

—¿Cuántos querés?

—¿Dos? – dije dudando —Sí, dame dos.

—¿Te hago un café?

¿Quién era éste impostor y dónde estaba el Valentín real que respondía con monosílabos y casi siempre estaba de mal humor?

—Porfa.

Si hubiera estado en condiciones sin dudas mi respuesta no sería esa, sino algún tipo de broma con algo de ironía. La resaca no me dejaba pensar con total claridad, y decidí aprovechar a éste Valentín de buen humor porque nunca duraba mucho tiempo.

altibajos ; wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora