𝙏𝙧𝙚𝙘𝙚

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Alondra.

Valentín miraba la pantalla de su computadora con concentración, emitiendo algún que otro comentario cuando pasaba algo interesante en la serie que se estaba reproduciendo hacía algo de una hora.

Después de su casi confesión, intenté recuperarme lo más rápido posible del shock y fingir que todo seguía normal, si es que algo en nuestra "relación" lo era.

Evité hacer cualquier tipo de comentario que podía llegar a herirlo y me concentré en distraerlo con una conversación trivial sin mucho sentido, con el único propósito de verlo sonreír nuevamente.

Valentín era tan hermoso que hasta la tristeza le quedaba bien. Tuve que recordarme a mi misma que nada se comparaba al brillo inigualable en sus ojos azules, y su sonrisa ancha y sincera.

Un rato después, cuando estaba por irme me propuso quedarme a ver una serie como hacíamos en mi departamento y eligió Vikings. Me la habían recomendado un millón de veces y Valen miraba el primer capítulo con el entusiasmo de quién ve algo por primera vez, mientras yo me preguntaba en silencio si en algún momento se pondría buena.

Oculte un bostezo, y al instante abrí los ojos como platos cuando escuché un gemido que provenía, aparentemente, desde el comedor.

Valentín hizo una mueca de desagrado, y pasó sus manos por su cara en modo de frustración para después reírse al ver mi cara.

—¿Por qué esa cara? Es moneda corriente escuchar eso si venís acá.

—¿Siempre la hace gritar así? Qué hombre Tadeo... ojalá Dai acepte lo del trío – comenté por lo bajo en broma.

Valentín lejos de reír con mi chiste puso su mejor cara de orto, pausó la serie y cerró la computadora.

—¿Un trío? – preguntó alzando una ceja.

—Es un chiste, hay muchos hombres para curtirme justo a mi mejor amigo, ¿no te parece?

—Que se yo.

—¿Estás celoso?

—Sí.

No sé que cara puse, pero sin dudas fue de sorpresa. Sentí que mis cejas llegaban prácticamente hasta el nacimiento de mi pelo, esperando que se retracte y me diga que solo se estaba burlando de mí.

—Igual a mí me gusta uno nomas.

Si el iba a ser sincero, yo también.

—¿Y qué te impide estar con él? – preguntó curioso.

—El no saber qué quiere.

—¿Vos qué queres?

—Valentín.

—Alondra – dijo copiandome de una forma bastante infantil.

Respire hondo con la intención de contestarle con la primer excusa que se me viniera a la cabeza, cuando mi estómago rugió como si tuviera un león adentro.

No sé bien por qué, pero quien diga que no le da vergüenza que otro escuche el ruido que te hace la panza cuando tenes hambre, miente.

Sentí mis mejillas calientes casi al instante, y Valentín rió un poquito, pinchandome con la panza con su dedo índice.

—¿Hay un animal ahí adentro?

—No me descanses, almorce algo liviano hoy y con éste frío necesito calorías.

—Un buen guiso tenes que comer vos.

—Cociname uno.

—De pedo si se hacer un puré. – hizo una mueca que provocó que me riera un poco de su inutilidad.

altibajos ; wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora