02. Ilusión

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El Alma Vista Desde Aquí 02


IIlusión

En total, ese hombre le había dado treinta dólares. 

Mientras caminaba, pensaba en ello, en la posibilidad de que él intentará cobrarle de otra manera. Talvez si le había juzgado mal. Tuvo miedo, no por ella, sino por su hija.

¿Realmente estaba tan desesperada, como para prácticamente rogarle a un desconocido para que rentara aquella alcoba en su casi destruida propiedad?

Sí. Lo estaba. Sabía muy bien que gracias a su condición como madre soltera y mujer, además de sus problemas de salud, difícilmente volvería a encontrar trabajo, pero tenía que intentar algo, lo que fuera y él parecía una buena opción.

Pero la vida había no había sido gentil con ella y lo que más le preocupaba, era el futuro de aquella pequeña, a quien deseaba poder darle una vida mejor y no un destino similar al suyo.

Aún recordaba a su madre, una mujer que había fallecido cuando aún era pequeña, gracias a una enfermedad que había adquirido en la lavandería en que trabajaba y que gracias a su limitante economía y los largos horarios de trabajo no pudieron detectar a tiempo. A su padre casi no le veía, él no era más que un comerciante que solía viajar de feria en feria, que no hacía más que ingerir alcohol y engañar a su esposa con una mujer diferente en cada pueblo y que incluso, en la población en que vivió su tierna infancia, solía decirse que tenía varios hijos a los que no había querido reconocer. Algo que confirmo, gracias a una anécdota de su hermano, quien al igual que ella, después de que su madre falleciera, se había visto en la necesidad de viajar junto con él, prácticamente sin hogar, hasta que una de las paradas coincidió con el pueblo en que la abuela paterna vivía.

Pero no podía olvidar que su hermano le había contado sobre una noche, antes de que su madre enfermara, cuando aún era muy pequeña, y todos habían viajado a una feria en pueblo llamado Lakewood, donde una mujer había acudido a buscarlo, llevando a una pequeña niña en brazos y lloraba diciendo que era su hija. Lo recordaba, porque el nombre de aquella niña también era Candy. Una curiosa coincidencia, que años después, durante una visita de su padre, costaría la vida a James, su hermano mayor.

Con su padre en prisión, la abuela no había soportado los nervios que aquellos sucesos le habían provocado y después de varios meses intentando controlar su presión arterial, finalmente murió gracias a un derrame cerebral. 

Así, completamente sola, cuando a penas tenía catorce años, tuvo que comenzar a trabajar en la lavandería para poder sobrevivir, hasta que en las cercanías de su trabajo conoció a Michael, el padre de su aún pequeña hija y quien a pesar de no haberse resistido, le dispararon durante un asalto en la tienda en que trabajaba y del que no logro sobrevivir.

Así fue, casi cuatro meses antes de que su hija naciera, que tuvo que volver a trabajar para poder vivir y después para alimentar a su pequeña. Aunque al menos aún tenía la casa que su abuela le había heredado.

Pero la vida nunca fue gentil con ella y gracias a un desmayo mientras trabajaba, descubrió que lamentablemente ella también había enfermado exactamente de lo mismo que su madre pero según el único médico que había logrado pagar, además de eso tenía otra enfermedad en la sangre y para está aún no existía cura.

Llevaba casi medio año soportando terribles dolores, mientras intentaba mantener su empleo y sin atreverse a contarle a nadie sobre su limitante salud.

¿Había algo que pudiera hacer?

Solo deseaba poder vivir lo necesario, para que su pequeña Susana tuviera la edad suficiente para valerse por si misma, aunque a veces sentía que ni siquiera tendría tiempo para celebrar su quinto cumpleaños.

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