20. Candice y Susana

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Candice y Susana

La alegría que conllevan las fiestas navideñas y de fin de año, contagio a sus alocados corazones. Entre abrazos y felicitaciones, entre ligeros reproches por largas ausencias.

Aunque extrañaba a su hija, no podía evitarlo; pero había disfrutado de su ausencia, no podía negarlo.

Pero el día de su regreso había llegado y Terry no podía hacer más cosas, que mantenerse al pendiente del arribo del tren.

Sí así era con Susie; ¿Sería similar con los hijos que tuvieran juntos?

De cierto modo le preocupó que hiciera diferencias, aunque, pensándolo mejor; ¿Podía suceder que ambos hicieran esas diferencias?

Candy suspiro cuando escucho que el tren al fin se acercaba y consciente de que él se sentía a salvó, bajo el sutil disfraz que la barba le brindaba, se preparó para lo que continuaría.

—Ya vienen —dijo lo obvio, sin ocultar su emoción—. Vamos.

Salieron del auto y se dirigieron a la estación solo para encontrar una gran multitud a su alrededor.

—Dijeron que venían en el tercer vagón —la rubia le seguía de cerca—. Si llegamos a perdernos, te veo en el auto.

Trataba de abrirse paso entre la gente, pero irremediablemente, se quedó atrás, sin que él se diera cuenta.

—¡Señor; debería tener más cuidado con lo que come! —fue gracias a un hombre corpulento, que perdió de vista a Terry.

Cuando el tren al fin paro, aunque aún estaba un poco retirada, alcanzo a ver a Susie, quien todavía estaba sentada en su lugar, asomándose por la ventana. No tenía más remedio que abrirse paso o esperar.

—Déjenme pasar —después de algunos empujones, llegó al vagón—. ¡Susie!, ¡Susie! —gracias a que la ventana estaba abierta, fue que ella la escucho, volteó y saludo desde adentro y después de algunas señas, al parecer entendió lo que la rubia quería decirle y señaló a su izquierda, así que la rubia intento abrirse paso en esa dirección.

Era una suerte que, poco a poco, cada vez había más gente al rededor, así que llegó un poco más lento de lo que esperaba.

—¡Candy! —la niña grito y corrió en su encuentro.

—Susie; ¿Cómo has estado?

—Bien. ¿Y mi papá? —vio a una pelirroja acercándoseles, junto con un pequeño de quizá cuatro años.

—Lo perdí, pero no debe tardar en encontrarnos —le extendió la mano a la pelirroja—. Candice White. Espero que le haya gustado el Hogar de Pony.

—Victoria —acepto la presentación—. Sí. Todos fueron...

—Es la prometida de mi papá.

—Aah... —la maestra no supo como reaccionar—. ¿Eeehm?...

—Tranquila, ya sabes cómo son los niños.

—Claro. Le decía que todos fueron muy amables y la verdad es que me gustó mucho el lugar. Terry me habló de un posible trabajo y creo que, si aún está disponible cuando regresemos de la gira, lo tomaré.

—¿En serio? —Susie se mantenía abrazada a la rubia—. La verdad es que, cuando Terry y Susie me contaron lo gran maestra que eres, pensé que casi me caías del cielo. Y no te preocupes, estoy casi segura de que, en lo que terminan la remodelación, el puesto estará disponible hasta que regresemos...

—¡Susie! —escucharon al actor tras ellas.

—¿Papá? —por un instante no le reconoció, aunque no tardó en correr a él y abrazarlo, mientras su padre giraba con ella, entonces la niña no pudo contenerse y comenzó a llorar, mientras Candy aún charlaba sobre el Hogar de Pony—. Te extrañe mucho, Papi.

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