06. En el Alma

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—¡Oh! Candy; discúlpame —ella solo se cubrió los pechos, mientras él regresaba al baño—. Listo, ya no te veo.

—Dame un segundo —con velocidad se quitó el fondo y se puso su propio camisón—. Ya puedes regresar —tomo la palangana y la llevo hasta el baño, donde aún estaba él.

—Debí tocar, es la costumbre. Después del baño, ella se duerme y...

—Fue mi culpa —él solo suspiro al darse cuenta de esas actitudes que aún ella mantenía y la miró vaciando el agua en el lavamanos, sin siquiera dirigirle una mirada—. Solo estoy estorbando.

—No acepto tus disculpas, porque no tienes porque disculparte —apretó los labios cuando finalmente ella le miró con clara sorpresa—. ¿Qué es lo que te mueve a ser siempre así? Realmente no lo entiendo —ella no respondió, pero por su mirada, fue claro que su mente había comenzado a trabajar—. Creo que necesitas ayuda... —estaba aún más sorprendida y comenzaba a indignarse—. Espero que no lo tomes como un insulto, pero...

—Pues perdón, señor "don perfecto" pero es justo lo que acaba de hacer y yo no vine aquí, para eso —molesta, paso de darle una buena bofetada, a rodear la cama y tratar de acomodar las cosas en su maleta.

—¿Te irás así? —recalco lo obvio haciéndole caer en cuenta de que estaba en camisón.

—No. Voy a cambiarme en el baño —paso junto a él, pero la detuvo—. Suéltame.

—Candy; somos adultos. No huyas, como lo haría una niña, solo porque alguien dijo algo que te molestó. Antes, incluso soportabas que te llamarán "Dama de establo" y no salías corriendo —después de un instante en que intuyo que sus palabras no servirían de nada, la soltó—. Bien. Cómo quieras —comenzó a acomodarse en su cama ante la mirada atónita de la rubia.

Ella dudo, sin embargo, ya sin importarle nada, tomo su maleta y abrió la puerta, pensando que tal vez podría cambiarse en algún baño del vestíbulo o hasta en el pasillo, como fuera, estaba segura de que a esa hora nadie le vería o al menos no le prestarían demasiada atención.

Pero ya casi eran las tres de la madrugada y seguía lloviendo. Entonces volvió a entrar, cerró la puerta tras ella y lo escucho suspirar.

¿Pensaría que se fue o suponía que ahí seguía?

—Candy... —le vio incorporarse con calma y tomar una fotografía en la que hasta ese momento no había prestado atención—. Tú me salvaste y ahora yo, quisiera que estuvieras aquí para darme uno de tus siempre acertados consejos.

Comprendió que hablaba con la fotografía y sintió un nudo en la garganta y el estómago, junto con una punzada de celos. Entonces hizo que su presencia fuera notoria, al dejar su maleta en el suelo.

El actor volteó instintivamente, sin saber si debía agregar algo, pero solo apretó los labios e hizo un ligero movimiento afirmativo, antes de volver a colocar la foto en la mesita de noche, dándose cuenta de que la rubia necesitaba un poco de ayuda.

Volvió a exhalar, se puso en pie, fue hasta ella y sin pedir permiso ni nada, la abrazo.

—¿Por qué me besaste en la tarde?

—Ocupas un lugar especial en mi corazón y pensé que difícilmente volveríamos a coincidir. Justo ahora, ambos estamos solteros, así que, no tenemos porque rendir cuentas a nadie —sintió vergüenza y no quiso admitir que lo había hecho porque no quería morir, sin volver a probar esos labios.

—¿Solo por eso me besaste?, ¡Eres un descarado!

—¿Qué esperabas que te dijera?, ¿Qué esperabas que hiciera? Somos adultos. Hace mucho quedaron atrás los jóvenes ingenuos que permitieron y prefirieron terminar su historia de amor, antes que luchar por permanecer juntos —ella no dijo nada, aunque esas palabras le causaron dolor—. Abre los ojos, ¡reacciona! La vida no se quedó estancada en nuestro pasado y si aún lo sientes así, entonces escucha mis palabras y busca ayuda. Porque yo no estoy esperando a la Candy del pasado; ella decía amarme pero no pudo luchar por mi, ella decía estar feliz a mi lado pero prefirió que me quedara con alguien más. ¿No te das cuenta de que esa es la única verdad?

El Alma Vista Desde AquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora