10. Apariencias

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El Alma Vista desde Aquí 10


Apariencias

—Terry; ¿Ahora que te propones?

—Lo estuve pensando todo el día y quise decírtelo cuando te vi en el teatro, pero luego de los comentarios que me hiciste, llegue a la conclusión de que no era el momento apropiado para algo así y para colmo, creo que justo ahora acabo de meter la pata.

—No te entiendo.

—Quiero que vengas conmigo a Detroit y luego a Nueva York.

—¿Qué? —antes de que pudiera negarse la abrazo y volvió a besar.

—Yo correré con los gastos —le aseguro—. Solo déjame convencerte. Eso es lo vine a hacer e incluso vine preparado... —sin que ella logrará hacer demasiado, la forma en que el actor comenzó a besarle fue evidente y casi tan irresistible, que al ser consciente de que quizá no volvería a verlo, le dejo llevarla hasta su alcoba.

Estar entre sus brazos era tan reconfortante, que le costó mucho trabajo separarse de él. Pero era necesario, él tenía que regresar a su hotel, para confirmar que todo estaba bien con su hija; aunque le aseguro que después de eso, la estaría esperando a más tardar, hasta las diez de la mañana, para tratar de solucionar lo de su boleto.

Candy solo le sonrió.

—Terry... —eran casi las cinco de la madrugada, cuando él se marchó, sin escucharla—. Tienes razón; la luna es hermosa...

Aunque deseaba seguir recostada, era hora de comenzar el día. Rápidamente se dio un baño, se vistió, tomo su bolso y su boleto, cuando noto un extraño brillo en su mesita de noche. Era un delicado anillo, que parecía ser solo una baratija, sostenido en un trozo de hilaza que, al parecer, Terry se había quitado en algún momento y lo había olvidado justo ahí.

Pero ya no tenía mucho tiempo que perder; simplemente lo guardo en su bolso y con prisa se subió en el auto que le llevaría a la estación; casi cuatro horas antes de que Terry apareciera por ahí.


·•••·

—Lamento no poder ayudarle. La señorita ya se marchó y la señora Cornwall aún no llega.

Había intentado comunicarse con Candy.

—¿Sabe a qué hora salió?

—Lo siento, pero no sé —fue la respuesta que el ama de llaves le dio, dado que la señorita había prohibido que le dieran alguna información extra sobre su partida.

—Esta bien. Aún así, ayer olvide algo en la recamara de Candy. ¿Podría hacerme el favor de revisar si ahí está? Es un anillo, sujeto de un cordón negro.

—Permítame.

—Llamare en diez minutos.

—Bien —aunque la mucama lo busco, no encontró nada y cuando volvió a llamar, así se lo hizo saber.

—Quizá lo encontró y ya viene hacia aquí —pensó en voz alta—. Gracias, señorita.

No le quedaba más que esperar a que ella llegará al hotel; pero de las nueve dieron las diez y poco después, el grupo entero ya estaba completamente reunido para que les llevarán a la estación.

Quizá ella había olvidado algo o se había atrasado por alguna otra razón; así que tal vez le alcanzaría en la estación.

Pero a las once, aunque ya todos estaban abordo, finalmente lo acepto, teniendo que abordar, mientras el tren comenzaba su marcha.

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