XV

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Después de unos minutos, Itachi ya no estaba molesto con Kisame y, juntos, llegaron al palacio, o castillo, del Señor Feudal. 

A diferencia del otro lugar, este "castillo" estaba en condiciones notablemente mejores. Tenía un gran jardín muy hermoso lleno de flores y, por fuera, la gran obra arquitectónica estaba pintada con colores muy brillantes que contrastaban hermosamente.

—Ya debieron darse cuenta de que estamos aquí. —dijo Kisame algo ansioso, estaban por encontrar la manera de devolver a su compañero a la normalidad, pero... algo lo ponía nervioso.

Sentía varios ojos que se posaban en él e Itachi.

—Así parece. 

Saltaron la barda y siguieron el camino de piedras hasta llegar a la gran puerta del palacio. Durante este trayecto, notaron que los seguían algunos ninjas, quienes se limitaban a observar y no parecían tener intención de atacar. Esto confirmó lo que Kisame había sentido.

Ya no tenían el factor sorpresa, pero aún creía que se las podían arreglar así.

Ya en la entrada al palacio los recibió un mayordomo y Kisame notó que Itachi parecía asombrado de verlo, como si lo conociera, pero no dijo nada. El mayordomo los guio hasta una gran sala circular, donde lo único que la amueblaba eran unos sillones con una mesa en el centro. Después de todo, había asesinado a los hombres que estaban trayendo los demás muebles.

—Kisame —le llamó Itachi en cuanto el mayordomo salió de la sala—. Ese mayordomo... estaba en los recuerdos del hombre al que enviaron para recogerte. —los nervios y ansiedad de Kisame aumentaron, le empezaba a importar la razón por la que se armó todo ese problema.

Esperaron al rededor de unos cinco minutos, cuando apareció un hombre de aproximadamente cincuenta años, vestía elegantemente y estaba acompañado de al menos diez ninjas.

—Parece que decidiste venir por tu cuenta —dijo, su voz sonaba ronca y de tono hostil—, al menos ya no tengo que pagar nada. —rio, pero nadie más lo acompañó, así que se detuvo casi de inmediato.

Ambos ninjas de Akatsuki estaban atentos a su alrededor, los ninjas que rodeaban a aquel hombre parecían ser hábiles y estaban a la defensiva, por lo que un ataque mal pensado podría causarles una derrota.

—¿Tú eres el Señor Feudal? —preguntó Kisame, mostrando calma.

—Efectivamente, soy el Señor Feudal Goro. —respondió con orgullo, pero seguía teniendo ese tono hostil.

—Te metiste en muchos inconvenientes para que viniera aquí, ¿puedo saber por qué?

—¿Qué les parece si toman asiento? —sugirió amablemente. Ninguno de los ninjas se movió—. Tal vez no, está bien. Kisame Hoshigaki, eres un ninja renegado de la Aldea de la Niebla y tienes a Samehada, una de las poderosas espadas de los legendarios Espadachines de la Niebla. De hecho, conocí a su anterior portador, Fuguki, éramos amigos, aunque ciertas circunstancias nos separaron, pero eso no es lo importante. Lo que quiero, es reunir a los Espadachines y que trabajen para mi, para eso necesito tu ayuda, claro que si te niegas, solo pediré que me des la espada y no me causes problemas. —explicó, Kisame no pudo aguantar su risa.

—Lo siento, pero su objetivo es tan tonto, si supiera el verdadero terror de los Siete Espadachines ninja de la Niebla, no se atrevería a reunirlos y darles órdenes como si fueran sus fieles perros falderos —dijo, cosa que molestó a Goro—. Otra cosa, no estoy aquí para negociar, solo quiero saber dónde están los ninjas que contrató y no me iré sin esa información. —al escuchar eso, los ninjas detrás del Señor Feudal sacaron sus armas y se colocaron en posición para atacar. Kisame sacó a Samehada, estaba emocionado, parecía que tendría una buena pelea.

Pequeño UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora