Cap XXIII. Buscando y Reflexiones

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Yo, Cristopher White, había salido del hotel en el que Nina y yo nos quedábamos para encontrar una nueva casa en la que habitar, pues la anterior… Solo digamos que fue bueno que tenía seguro, y explosión por “gas” estaba incluido en el paquete.

Con esa cantidad de dinero, fácilmente podía comprar otra casa y se acabaría el problema, pero creo que prefiero mandar a construir una en base a una estructura ya formada, no solo costaría un poco menos, sino que puedo elegir cualquier terreno necesario mientras la casa sea lo suficientemente grande.

El problema era encontrar una parcela que funcione de esa manera.

Luego de hablar con Alex, el castaño me recomendó un sitio que podría servir para mi propósito, y usando nuestro día libre de clases por accidente, dejé a Nina en Santo Domingo (Aunque haya insistido en venir conmigo) y me encaminé al dichoso lugar.

Hablando de Nina, por alguna razón, desde que le pedí la cita, se ha estado comportando algo… extraña, cuanto menos. Se pone cada vez más fría conmigo, y aunque sé que no es tan grave porque aún me habla, no creo que dure en ese estado mucho tiempo antes de pasar a volverse un iglú.

Así que mejor me apuro.

Entré en las oficinas de la compañía de la que me habló Alex, y me encontré con una recepción al parecer bien cuidada. Frente a mí, había un hombre joven, que me hecho una mirada antes de volver a lo que sea que estaba haciendo en la computadora.

Me acerqué con una sonrisa, y pedí su atención—. Hum… Disculpa, yo-

—Deme un segundo. —Pidió el chico sin dirigirme la mirada. Ok, no hay problema, es normal que quizás esté algo ocupado.

Luego de unos cinco minutos, fruncí un poco el ceño. ¿Qué puede estarle tomando tanto? Mi respuesta vino con un pequeño sonido.

—… Te estoy oyendo jugar al dinosaurio de Chrome desde aquí. —Mi irritación apareció naturalmente. ¿Cómo puede haber alguien tan descarado?

—Le digo que espere, por favor… No es como que vaya a hacer algo aquí después de todo. —Eso último lo oí perfectamente a pesar de ser un simple murmullo, a lo que alcé una ceja.

¿Se supone que era una técnica para hacer que me fuera? Quizás cree realmente que solo entré para molestar, considerando que parezco un niño de diecisiete a pesar de ser legalmente mayor de edad. Es comprensible, pero como diría algún prota de erogue:

“Que tengas razón no significa que estés en lo correcto”

Carraspeé mientras ponía mi tarjeta de débito platino en la mesa frente al chico, el cual nada más verla, abrió los ojos como platos mientras el sonido del choque del dinosaurio se hacía presente. Su tez estaba pálida mientras me miraba, y para rematar, sonreí entrecerrando los ojos. La furia falsa en mis facciones.

— ¿Ahora si soy digno de tener tu atención?—Pregunté con una ceja alzada, y el pobre empezó a balbucear. Con la lección dada, fui directo al negocio—. Estoy aquí porque tengo una cita con su jefe. ¿Puedo pasar?

El muchacho asintió perdido en la quinta nube, y solo lo pasé de largo. Espero haya aprendido la lección de no juzgar a las personas por su apariencia.

Al llegar a la puerta, toqué ligeramente antes de abrirla sin esperar el permiso. La oficina era simple. Paredes grises, un archivero negro en una esquina, un sofá para uno en la otra, un librero de tamaño reducido, un escritorio frente a mí con un par de carpetas abiertas, y un hombre tecleando rápidamente, ya sea confirmando o transcribiendo la información. Al verme entrar, alzó una ceja con supongo el mismo prejuicio que su empleado, pero este sí dejó lo que hacía mientras acomodaba los objetos en su mesa.

E.P.O.MDonde viven las historias. Descúbrelo ahora