Capitulo 22

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Narra Grecia:

-Vete ahora que puedes. Aún no dobla la esquina- murmuró con insistencia.

-No importa qué carajos me digas, no me iré Román.

- Ya te dije que no estas obligada a nada, puedes irte.

-No me iré, me quedaré contigo.

Me miró fijamente. No se si solo fue percepción, su rostro reflejo rabia contenida. Se estaba conteniendo pues tenia a nuestro hijo en brazos.

-Si te quedas todo cambiará. Si antes era duro ahora lo seré aún más, no toleraré las faltas de respeto de antes.

-Román, ya te dije yo te amo, estoy dispuesta a...

-Y no más mentiras, no me digas que me amas si no lo sientes de verdad- caminó hasta la cocina- y ese hijo de puta no se vuelve a aparecer acá, ni a medio kilómetro de ti, ¿Está claro?

Suspiré.

-Si, Román.

Narra Román:

Subí las escaleras con Connor en mis brazos, mordiéndome la lengua para no gritar y caer en llantos como un pequeño niño.

Aguanta, Román. Se un hombre.

Te entrenaron para soportar noches de tortura sin derramar lágrimas, no para ser un pequeño niño otra vez, por problemas de falda.

Llegué a la habitación de Connor y lo dejé en el suelo. Que sorpresa la de esta mañana. Vaya regresas a casa luego de varios meses y descubres que tu familia se cae a pedazos.

-Papi sueño.

-Tienes sueño, pero si apenas despiertas, no te gustaría jugar con papa un momento.

Realmente no tenía ganas de nada, pero Connor no merece ser ignorado luego de ver a sus padres discutir, supongo.

-No, sueño.

- Tan autoritario como tu abuelo eh. Bueno, si el pequeño capitán quiere dormir, hay que dejarlo dormir.

Lo cargue y lo deje esta vez en su cuna. Creo que pronto habrá que reemplazarla por una cama.

-Descansa campeón- acaricié su cabello, él me miró atentamente- te amo.

Es lo único bueno de este hogar ahora mismo. Aunque sinceramente... ya no es un hogar, es sólo una casa, algo material, cuatro paredes y un techo. Y siento que ni piso tenemos, siento que en cualquier momento cederá y caeremos en un abismo del que uno de los dos no saldrá.

-A dormir, hijo. Él asintió y se acomodó bien.

Salí de la habitación de Connor. Miré el reloj del pasillo y vi que marcaba apenas las 6am. En realidad, no se si alegrarme de que sea temprano y los vecinos no se dieron cuenta de nuestra discusión, o preguntarme cuantas veces ese hijo de puta vino a estas horas a revolcarse con mi esposa.

Caminé hasta mi habitación bajo la atenta mirada de Grecia que iba subiendo las escaleras.

[...]

Restregué mis ojos y bostecé. Tocaron la puerta de mi despacho.

-Te traigo café- sonrió, lo dejó sobre mi escritorio.

-Gracias- murmuré.

- ¿Estás ocupado? - La miré.

- ¿Necesitas algo?

-No, sólo pregunto.

Apretó los labios, pero no dijo nada, se dio media vuelta y salió de mi despacho cerrando la puerta lentamente.

1939Donde viven las historias. Descúbrelo ahora