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—Parece que hoy no tienes mucho apetito Kakashi ­—replicó Gai-sensei.

—Eh —la orden de dango que pidió Hatake, seguía intacta sobre la mesa—. ¿Dijiste algo?

—Has estado muy extraño estos últimos días, sea lo que sea, sabes que puedes decírmelo —inquirió

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—Has estado muy extraño estos últimos días, sea lo que sea, sabes que puedes decírmelo —inquirió. Mientras el pelinegro ordenaba una ronda más del exquisito dumpling.

Habían transcurrido cinco largos días, desde el pequeño incidente ocurrido en aquel portón, la noche del viernes.

Ya era mitad de semana y Hatake, efectivamente estaba más distraído que de costumbre. Por desgracia, la misión de espionaje y recolección de información, que le fue asignada apenas la semana pasada, fue puesta en pausa.

Al parecer, el trío de shinobis renegados, que permanecían ocultos en las montañas a las afueras de la frontera del país del fuego, desaparecieron de forma misteriosa.

Godaime-sama, decidió mandar un equipo de rastreo Anbu a la escena. Hasta que se obtuvieran datos nuevos sobre su paradero, los servicios del albino no eran necesarios, hasta nuevo aviso.

—Es por la inesperada decisión de Tsunade-sama, de liberarme de mi misión —mintió Hatake.

—¡Con que es eso! —exclamó. Miró fijamente al albino, mientras una enorme sonrisa se le formaba en el rostro—. Escuche que reclutarían a algunos jounin para ser moderadores del siguiente examen chunin, posiblemente, la Hokage, te consideró para ello.

Cualquiera que haya sido el motivo de Godaime-sama, Hatake realmente lo único que quería era tener algo en que ocupar el tiempo, su cabeza no dejaba de reproducir las mismas imágenes de aquella noche, una y otra vez.

Cada pequeño detalle sucedido, salía a flote involuntariamente. Era muy frustrante. Su mente encontraba cualquier pretexto para recordar la esencia de la pequeña pelirosa.

No pensaba con suficiente claridad.

En otras ocasiones, había estado en esa misma posición con distintas mujeres, e inclusive llegaron a tener mayor intimidad. Pero, ninguna de ellas, le provocó tanto con tan solo un beso.

Ninguna mujer lo atrapó de la manera en que Haruno lo hizo.

No obstante, el sábado en la mañana, con la cabeza y la mente hecha añicos, lo único seguro en medio de una oleada de sentimientos encontrados, era del deseo indescriptible, que surgía en su pecho; necesitaba verla de nuevo.

—¡Ya sé! —gritó Gai-sensei—. En la noche iremos a Bacchikoi, será una ocasión perfecta para que brille nuestra juventud, te caerá excelente y por supuesto que debemos invitar a más compañeros. ¡Será increíble Kakashi ya lo verás!

Antes de Hatake pudiera oponerse, el jounin abandonó el restaurante en un parpadeo, saliendo disparado, no sin antes dejar sobre la mesa el dinero correspondiente por las rondas de dango.















U n f o r g e t t a b l e.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora