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Hatake, se mostraba incrédulo ante la idea de que la pelirosa estuviese disfrutando de aquel beso.

Ésta era una de las razones de porqué Kakashi, no permitía que nadie entrará a su corazón. No podía soportar la idea de experimentar el dolor que trae consigo el amor. El albino había perdido muchas personas a lo largo de su vida.

No estaba dispuesto a darle el poder a alguien, para que lo lastimarán de nuevo.

Pero, por desgracia para él, Sakura, no le pidió permiso.

Kakashi, se encontraba postrado sobre la rama de un árbol al lado del río. La cabeza le daba mil vueltas, no podía dejar de reproducir la misma escena una y otra vez.

«¿Por qué jugas así conmigo?, ¿por qué no te importa lo que sucedió aquella noche entre nosotros?, ¿por qué finges que no ocurrió nada?», pensó Kakashi.

Su corazón se hacía pedazos al recordar a Sakura, besando a otro.

«Sólo eres un desliz, entiéndelo de una vez», se reprimió Kakashi.

Tenía la mirada perdida en las nubes que pasaban lentamente sobre el cielo. Algunos rayos de sol, comenzaban a filtrarse a través de los pequeños huecos que existían entre las hojas, proporcionando el tenue calor de la mañana, sobre el cuerpo de Hatake, recordándole que debía de regresar al campamento y dejar de lado sus sentimientos personales y darlo todo por la misión.

Sin embargo, ya era demasiado tarde

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Sin embargo, ya era demasiado tarde. No podía seguirse engañando. Kakashi, se había enamorado.
















En otra parte del bosque, una cabellera rubia, se hallaba en la búsqueda del albino. Después del incidente con Kakashi, en el campamento, Yamanaka, notó que algo tampoco iba bien con Sakura, tenía una expresión de preocupación y agotamiento en el rostro.

—Kakashi-sensei —gritó Ino. Pasaron horas desde que vio por última vez a Hatake.

La tensión que pudo sentirse a la ausencia del jounin, era innegable y le intrigaba saber el motivo. Sin embargo, Yamanaka, prefirió no preguntar nada al respecto, no era el momento.

Sakura, debía concentrarse en reponer sus fuerzas, mientras Ino, terminaba de preparar el desayuno. Así, se encontrarían listos para completar la misión y llevar las muestras de la raíz a Sunagakure.

Estaba a punto de rendirse, y regresar al campamento, cuando a lo lejos divisó el río con alguien inclinado a la orilla. Colocó su mano sobre su frente, para así opacar los rayos del sol y poder enfocar mejor la silueta.

—¡Kakashi-sensei!, ¡lo encontré! —exclamo la rubia sonriendo. Corrió en su dirección.

Al llegar se dio cuenta que Hatake, a pesar de encontrarse llenando su cantimplora, tenía la mirada fija en el horizonte, parecía absorto en sus pensamientos. Ino recargo delicadamente una de sus manos sobre su hombro para poder captar su atención.

U n f o r g e t t a b l e.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora