Cuando murió Ezequiel descubrí que la tristeza me quedaba bien. Que tal vez era miestado natural.
Comencé a usar ropa negra, a leer poetas malditos. Todos los días me recitaba un poemade Rimbaud que dice: "Hay, en fin cuando uno tiene hambre y sed, alguien que osexpulsa".
Mis compañeros de curso también tenían, por momentos, un aire triste o melancólico.Quizás la adolescencia sea en sí una etapa triste. El dolor de dejar atrás la niñez paraconvertirse en algo que ya somos (hombres, mujeres) sólo virtualmente. Realmente, nolo sé.
Lo que sé es que la tristeza de ellos iba y venía; la mía parecía estar cosida a mis pies.Como una carga de siglos sobre mi espalda.
En las reuniones ellos reían y se divertían, yo en cambio me quedaba parado en unrincón, con un aire perdido, como si no supiera divertirme. Como si no supiera cómopasarla bien.
La tristeza.
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Los ojos del perro siberiano
Teen FictionNos quedamos un rato en silencio, envuelto en el perfume de las hierbas. Hasta que le pregunté. -¿Por qué nunca hablamos de Ezequiel? Apoyo las cosas en el piso con mucha calma. Estiró su mano como para acariciarme. Me miró. Bajó la vista y dijo en...