Capítulo 7.

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Trato de buscarle una explicación a esta situación que estoy viviendo, pero mi mente está en blanco. Una oleada de emociones me invade entre sorpresa, confusión y un extraño cosquilleo en el estómago. ¿Por qué el hermano de Hilaria se acaba de arrodillar frente mío? ¿Por qué me siento....como si al fin mi alma encontró su calma?

No entiendo lo que esta pasando, pero no puedo ignorar la intensidad del momento. Decido guardar silencio y observar atentamente a mi amiga en busca de alguna señal que me ayudara a descifrar esta situación tan desconcertante. Ella solo está mirándome boca abierta, al igual que sus padres. Parecen congelados.

Esto es demasiado extraño.

Mi corazón late demasiado rápido. Inhalo y exhalo.

Me aclaro la garganta.

—Eh...No me llamo Sol, soy Tahira.

Obtengo silencio como respuesta y ningún músculo de su cuerpo se movió. Esto se volvió más incómodo. Eso termina cuando la carcajada de Hilaria resuena fuertemente haciéndome verla, está encorvada sosteniéndose el estómago.

—Eres increíble.

—¡Hilaria! —Sasha la golpea en el brazo haciéndola quejarse y parar de reírse.

Vuelvo mis ojos a Edel quien sigue en la misma posición y muerdo mi labio indecisa.

—¿Estás bien?

—Si cariño, él está bien.

Sasha me aleja de él y no puedo evitar fruncir el ceño confundida, con una sensación agria en el pecho. Por instinto, volteo la cabeza y lo veo parado mirándome mientras su padre habla, él solo asiente con la cabeza como si no estuviera escuchando ni una sola palabra.

—¿Por qué...él se arrodillo?

—Oh, eso —Sasha suelta una risa nerviosa— en nuestro pueblo es una costumbre para representar el valor y la belleza de una mujer. Por eso mi hijo se arrodilló frente a ti, para mostrarte su admiración. No tienes por qué temer, es solo un gesto de respeto y aprecio.

—Me tomó por sorpresa, de verdad que no me esperaba algo así.

—Lo sé, cariño. Es que olvidé mencionártelo. Hablaré con él. Anda, sube a la camioneta con Hilaria.

Asiento con la cabeza y con el brazo enganchado de mi amiga ingresamos al vehículo. Mirando por la ventana contemplo como los dos hombres se acercan y rodean la camioneta subiéndose, Edel toma asiento del conductor, gira su cabeza mirándome.

—Lo siento por lo que pasó antes. Olvidé que no estás familiarizada con nuestras tradiciones. Me disculpo si te asusté — su voz ronca, tiene algo hipnotizante — Por cierto, soy Edel. Un gusto, Tahira.

No se porque mi nombre sonó como si lo dijera suspirando. Ya me estoy imaginando cualquier cosa. El viaje en avión si me afecto.

—No te preocupes, Edel. Mucho gusto.

—Ahora que se aclaro todo, podemos irnos. Quiero darme un baño.

Quita su mirada de mi para mirar a su hermana y asiente poniéndose en marcha para ir al pueblo. Después de unos cuantos minutos llegamos a una puerta grande hecha de piedra donde dos hombres están parados a los costados observándonos, uno de ellos hace un gesto con la mano para que el auto siga en marcha. Muchos árboles rodean esta puerta, no podría pasar desapercibida, yo si la viera por primera vez, como ahora no dudaría en acercarme y contemplarla.

Al mirar por la ventanilla, veo niños de distintas edades corriendo y riéndose, personas saludando con la mano y otras charlando. Todo es tan tranquilo y pacifico. Ya quiero explorar los alrededores. Llegamos a una cabaña. Me encanta.

Mi Dulce CasualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora