19_Unas uvas asesinas no podrán contra el hijo del invierno

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A todos les gustaron sus regalos, Holly se emocionó diciendo que había escuchado mucho de ese libro y se moría de ganas por leerlo. A mi me regaló una figurita de un personaje que me gustaba bastante de un anime, sólo diré que voy a intentar invocarlo en el baño de la escuela, aunque sepa que no funcionará. Nosotros tenemos que esconder los regalos y después los tenemos que buscar, así como si fuera una gymkana con pistas y todo. Está bastante entretenido y es algo único y creativo de nosotros en el pueblo. No lo hace nadie más. Mi regalo estaba en la cocina, debajo del horno. Ahí hay un cajón donde metemos las sartenes y cosas así. Estuvimos haciendo un karaoke como la familia unida y querida que intentamos ser, jugamos juntos y reímos todos. No faltó algún que otro tío borracho al terminar la cena y alguna tía cotilla que informa de lo último que pasa. También importante, los vestidos extravagantes o con demasiada transparencia en la televisión de la presentadora. Este año el vestido era color plateado con algunos brillos, si lo obserbavas bien parecía tener una textura similar a la del papel de aluminio. Así que este año, como todos que le ponemos apodos a los presentadores, será la aluminio.
La noche seguía expléndida así que salí al tejado con mi hermana a mirar las estrellas, dijeron que abría lluvia de estrellas esa noche. En nuestro tejado hay una parte que es lisa y parece una mini terraza.
Estaba sentado en el borde con las rodillas dobladas y mis brazos reposando sobre ellas cuando sentí algo en mis hombros. Estaba mirando hacia el cielo así que aparté la mirada y la dirigí a quien estaba conmigo en ese momento, mi hermana Holly.
Suspiré, le indiqué con la mano que se sentará a mi lado y así hizo. Apartó un poco el vestido rojo que llevaba y se sentó a mi lado, la tapé con la manta los hombros para que no pasara frío, y seguí mirando hacia la oscura noche. Intentaba averiguar con la mirada de dónde saldrían aquellas estrellas de las que tanto hablaban, porque el firmamento estaba vacío.
No había nada más que la Luna misma en estado creciente, parecía brillar con mucha intensidad. Tanta que podría leer hasta un libro sólo con su luz.

No creía sinceramente que hubiese alguna lluvia de estrellas, pero la emoción de no haber visto ninguna en mi vida me podía. Una vez más cambié el rumbo de mi mirada hacia mi hermana, se veía tan hermosa cual rosa roja, aunque ya de por sí era guapa. Volví a alzar la mirada, justo cuando de repente vi un mero rayo de luz parpadear en el manto oscuro llamado cielo. Pero esa misma luz que parecía un rayo de esperanza para mí, para poder sentir una emoción nueva, tal vez, o a lo mejor ya la había sentido anteriormente; sin saberlo; se desvaneció igual o más rápido de lo que apareció. Ni siquiera duró un mísero minuto, aún así no me desilusioné tan fácilmente; ya que sabía que no iba a haber nada. A veces o la mayoría de veces la televisión y lo que dicen te mienten. Debería saberlo de hace tiempo.
Mi cabello se movía con la típica pequeña y refrescante brisa de verano por la noche, aunque fuera pleno invierno. Yo tampoco me lo explicaba. Al rato Holly sacó una bolsa de patatas fritas, y empezamos a contar tranquilos. Contemplando el firmamento, que estaba tan poco acompañado de estrellas que parecía que era el día de limpieza estelar.

Seguía y seguía la noche, todo concurría con plena alegría y espíritu navideño. Cuando por fin era hora de dormir (aunque nadie realmente se dormía) recogimos todo, que no era tan poca cosa, y fuimos a nuestras habitaciones asignadas. Mi hermana y yo estuvimos hablando hasta muy tarde, ya eran casi las 2 de la madrugada cuando teníamos que ir a dormir, y nos quedamos cerca de las 4 de la madrugada hablando. En el grupo de nosotros 5 nunca nos aburríamos, porque éramos y somos muy aleatorios. Podemos empezar perfectamente hablando del instituto y terminar hablando de picos de pato, literalmente, una vez pasó. Bueno, de repente me entró demasiado sueño y sin quererlo o saberlo terminé cayendo de lleno en los brazos de Morfeo.

Mi sueño esa vez estaba siendo algo interesante, por primera vez en mucho tiempo, genial; lo que sucedía era que estaba en Nueva York, y de repente empezó a nueblarse el cielo. Todas las nubes se tornaron de un color grisáceo primero, pero luego ya eran negras como el azabache. Cuando pensaba que iba a presenciar la tormenta de mi vida comencé a escuchar un sonido, algo leve pero a ratos se volvía más fuerte. Era una ola que venía con tanta fuerza contra la costa que sería capaz perfectamente se partir edificios con un solo roce. Sin darme cuenta yo estaba flotando con ayuda de copos de nieve enormes porque era invierno, no sabía cómo podían sostener mi peso y cuerpo. Parecían tan delicados, pero eran casi tan resistentes como el mismísimo diamante.
Estaba sorprendido; y cuando retrocedí un paso, el copo parecía estar pegado a la planta de mi pie porque no se movía de allí abajo. Al mismo tiempo pegué un diminuto salto, casi invisible y al hacer eso de mis manos salió un viento huracanado que destrozó sin piedad muchas árboles del parque se al lado de mi casa. Esa misma acción tuvo tanta fuerza que me tiró hacia atrás, los mismos copia que me hacían flotar agrandaron de repente y amortiguador mi caída contra el pavimento. Entonces me llegó un olor muy fuerte a tierra mojada, no me suele gustar ese concreto olor así que me tapé la nariz con una mano y con la otra, me guiaba con el viento hacia el origen de aquel aroma. Y ahí la vi, era Mar.

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⏰ Última actualización: Oct 11, 2020 ⏰

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Un esclavo más (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora