Stabat mater

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¿Comprendes ese dolor?

No puedo decir que lo comprendo, tampoco que lo he vivido porque no es mío,

Solo que estaba en el peor lugar, en el peor momento y me encontró de casualidad. El día que de mí se rió la fortuna.

No lo he vivido, es una experiencia incompleta, no tiene aroma, no penetra por mis fosas nasales inundándome la cabeza, como cuando solías acercarte. No tiene tacto, no logro sentirlo en la punta de mis dedos ni en la punta de mi lengua porque no lo he saboreado, no tiene equilibrio porque jamás le tuve entre mis brazos.

Solo mis ojos, con los ojos bien abiertos vi el espectáculo más atroz, el más horrendo, cuando el amor haciendo gala de su fuerza invocó a la muerte e hirió dilatando el lazo, desgarrándote en el pecho y haciendo que lo que nació eterno conociera la eternidad de forma pronta, decretando con sello perpetuo.

Yo estaba tocando con la punta de mis dedos el agua que corría por el riachuelo de tu felicidad cuando el dolor se desbordó inundándolo todo, a mí, que estaba allí de intrusa, me cercó cuándo no me di cuenta y sentí sus gélidas aguas correr por mi piel y llegarme hasta el cuello.

No hubo necesidad de tocar mi corona porque el mar se escurría por mis ojos y me asfixiaban los nudos de mi propia garganta y me comprimían los espasmos de mi propia pecho.

Cuando no alcanzan las palabras, es allí cuando es imprescindible la metáfora y todo recurso literario disponible para tratar de decir lo indecible. Las escogí con cuidado y cuando me percaté que de ellas no me serviría ninguna comprendí que el silencio sería el único que estaría conmigo mientras yo acompañaba en cerrando mi boca.

el vacío existencial y la nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora