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Cristina se encontraba manejando a una velocidad prudente en dirección a la casa de los Cullen, se había obligado a tratarse todo su orgullo
Al llegar lo primero que vio fue a Rosalie quien le sonrió y abrió la puerta.
—Nosotros saldremos, Carlisle esta en su oficina, segundo piso primera puerta derecha.
—Gracias Rosalie—dijo Cristina a lo que Rosalie hizo una seña para restarle importancia.
Cristina entro a la oficina de Carlisle y lo encontró revisando unos papeles, Hizo un leve ruido y Carlisle alzo la mirada, le regalo una sonrisa cálida.
Las sonrisas de Carlisle eran hermosas, le recordaban a un lago que visito con era pequeña, el lago estaba lleno de flores amarillas, y la nieve solía adornarlas.
—Tiempo sin verte, Cristina.
Carlisle soltando los papeles que leía y le presto su atención a la chica frente a él, quien con una seña de su parte tomó asiento.
—Lo mismo digo, Doc—dijo Cristina regalándole una sonrisa de lado— Necesito que me ayude.
—En lo que quieras.
La respuesta inmediata de Carlisle le hizo soltar un carcajada, y Carlisle juro que si fuese humano estuviese tan rojo como un tomate.
—Así que, ¿Está dispuesto ayudarme en lo que desee?
—Todo en lo que desees y pueda.
—Siempre tan correcto.
Sin la mayor pena, Cristina comenzó a recorrer la oficina de Carlisle, quien dibujo una leve sonrisa en sus labios al ver a la chica tocar casi todos los objetos de la sala, dejando inconscientemente su olor en cada uno de ellos.
Carlisle sin duda estaba encantado con Cristina, sus hijos la adoraban, convenientemente su hermana menor era la paraje destinada de uno de su hijo mayor, y Cristina...
