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Ser parte de una de las familias más importantes de los Estados Unidos tenía sus ventajas pero también conllevaba grandes responsabilidades. Para portar el apellido Colemman como era debido siempre se tenían que mostrar buenos modales, no causar problemas ni dar mala impresión, jamás salir desarreglado o mal vestido y sobre todo, se debía ser obediente y dar orgullo al apellido.

Si algún miembro de la familia no cumplía con esos requisitos podía considerarse exiliado y el poder iría royendo cada oportunidad de empleo o vida social hasta dejarlo en lo más profundo del abismo: la pobreza y el rechazo social. Cada uno de nosotros temía ser víctima del repudio de nuestra familia porque sabíamos que con eso todas las puertas se irían cerrando en nuestras narices sin que tuviéramos posibilidades de abrirlas.

Es por eso que yo, la hija menor del gran abogado y empresario William Colemman, tenía un gran peso sobre mis hombros, más aún cuando tenía que cubrir cada uno de los pasos erróneos que mi hermano mayor había dado. Ashton se había encargado de desarmar hasta el último de los arreglos que nuestros padres le habían hecho para su futuro. Desde que tuvo uso de consciente él se había encargado de dejar en claro que aquella vida no le agradaba y que no iba a seguir los pasos de nuestro padre.

Aquel chico rebelde no deseaba estudiar y ser el reflejo del perfecto hombre de negocios que era nuestro padre, pero tampoco tenía planeado casarse con alguna chica adinerada que fuera hija de un socio de la compañía. Por eso y muchos motivos más, Ashton Colemman me había dejado sin demasiadas opciones para vivir mi vida.

Era prácticamente una prisionera sin derecho a nada más que una tarjeta de crédito para mantener las apariencias, comida y un lugar digno para dormir, pero fuera de eso no era nada. Debía limpiar la imagen desastrosa que había dejado mi hermano y eso solo podía lograrse de una forma: teniendo la alianza matrimonial más impresionante del año. Por eso me encontraba comprometida con Andres Wagton, quien era hijo de uno de sus grandes socios y mi mejor amigo desde que éramos niños.

Él era alguien dulce y amable pero también muy tímido, tanto que para poder mantener una conversación relativamente estable había que presionarlo demasiado, casi sacarle las palabras de la boca. Su timidez le había hecho tener a su propio padre como principal enemigo pues éste veía a su hijo como un ser incapaz de tomar buenas decisiones o de darle más orgullo al apellido Wagton.

Por mi parte, le tenía mucho cariño a Andrew e intentaba ayudarlo en todo lo que podía para que no sintiera mucho la presión que estaban haciendo el par de empresarios que solo nos veían como símbolo de dinero.
 
— Drew, tranquilo. — Le hablé entre susurros a quien se aferraba a mi brazo con desesperación.

— No puedo hacerlo. — Murmuró mientras pasaba su mano libre por el rostro.

— Solo serán unos minutos y luego iremos a buscar esos pasteles de chocolate que tanto te gustan, ¿Comencé a acariciar su antebrazo en un pobre intento por calmar sus nervios.
 
Él asintió a mi propuesta pero su expresión facial llena de temor no desapareció, ni siquiera cuando comenzamos a caminar.

Su nerviosismo se debía a una sola osa y eso era la fiesta de compromiso. El chico que se encontraba caminando a mi lado estaba a punto de desmayarse porque estábamos siendo obligados a comprometernos públicamente frente a la crema de la crema, las personas más influyentes del momento y por supuesto, la prensa.

Con cada paso que daba hacia aquella cortina que se encontraba frente a nosotros, mis ganas de correr y lanzarme por el ventanal a nuestras espaldas incrementaba. La cortina marcaba un antes y un después en nuestro futuro. Ella cubría la imponente sala llena de personas que esperaban por la joven pareja y también, detrás de aquel rojo carmesí que bajaba con elegancia desde el techo y acariciaba el suelo, se encontraba una nueva responsabilidad. En aquel lugar nos esperaba un gran y complicado reto que ninguno de los dos estaba completamente listo para enfrentar.

Perfecto Mentiroso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora