Sábado, 3 de octubre.
Hoy tenemos la primera reunión del consejo estudiantil de este curso. Los últimos días se me han pasado bastante rápido chateando con BlackCat, ensayando y tratando de mantenerme al día con las clases.
Creo que nunca me había sentido tan optimista.
Satya, Moira y yo estamos esperando a Katya Volskaya en su salón. Nos hemos repartido entre las lujosas butacas y el sofá. El año pasado tomamos por costumbre celebrar aquí estas reuniones, pues Katya es de esas estudiantes que disponen de una casa propia en la ciudad. Todas las mujeres de su familia han estudiado en Overwatch. En algún momento del pasado, los Volskaya decidieron comprar una vivienda para que las estudiantes disfrutasen de todos los lujos y comodidades que no proporcionan las residencias de alquiler. Se trata de un chalé de dos plantas edificado en lo alto de una pequeña colina del área más rural de la ciudad. Se supone que está el final de una calle, pero no lo parece; aquí aún no se agolpan los edificios y la siguiente casa está a unos cien metros de distancia, aunque sí se puede ver dónde comienza a urbanizarse todo. Mirando por la ventana, reconozco algunos restaurantes y Brennende Kerze, un local nocturno que he oído que frecuentan muchas alumnas. Siempre he querido ir, pero me da miedo desinhibirme con el alcohol y decir o hacer algo de lo que me arrepienta.
¿Iría alguien anoche para celebrar el inicio del fin de semana?
—Llevamos un minuto de retraso —observa Moira, sacándome de mi ensimismamiento. Nunca alza la voz, pero siempre parece estar a punto de perder la paciencia. Tiene un punto desapasionado y levemente sarcástico que choca constantemente con la incapacidad de Satya para diferenciar las intenciones ajenas. Aunque, en cierto modo, ambas son muy similares: son genios y tienen una forma de hablar particular. Supongo que por eso es tan cómico escucharle decir a la una que la otra le resulta «rara».
—Lamento la tardanza —dice Katya, apareciendo por fin. Apenas se ha retrasado unos minutos, pero ya conoce a la irlandesa. Toma asiento mientras su criada deposita una bandeja en la mesa de café. Hay bebidas calientes y una deliciosa selección de aperitivos.
—¿Quieren algo más?
—Nada, gracias, así está bien —declinamos las tres invitadas. La mujer se marcha y yo me fijo en que una puerta del pasillo se abre y se cierra... pero no es la puerta por la que ha salido ella.
Enarco una ceja: si mal no recuerdo, Katya solo tiene una criada en su vivienda. ¿Qué ha sido eso? ¿Tenía visita? ¿Eso es lo que la ha retrasado?
—¿Podemos inaugurar la reunión del consejo estudiantil por fin? —pregunta Moira, sacándome de mi cavilación.
—En realidad... todavía no podemos. —Los pendientes de la rusa, grandes pero sencillos, tintinean cuando sacude ligeramente la cabeza.
—¿A qué se debe tu negativa? —inquiere Satya. Frunce el ceño y su precioso rostro de mandíbula recta parece envejecer a causa de las pequeñas arrugas que se le dibujan en torno a las cejas. Moira niega con la cabeza y me dedica una mirada que seguramente signifique «economía del lenguaje». Le molesta que la india use tantas palabras, en más de una ocasión lo ha mencionado.
Supongo que para Moira el tiempo es muy importante.
—Aún nos falta una persona.
—¿Tenemos un nuevo miembro en el consejo? —pregunto yo antes de que Moira y Satya se pongan lo suficientemente nerviosas como para iniciar una discusión.
—Sí. Elizabeth Ashe, de la facultad de artes escénicas.
—¿Qué? ¿¡Por qué ella!? —Si estuviésemos jugando al póquer, ahora mismo todas sabrían exactamente qué cartas llevo. Mi expresión me traiciona al volverse dolida, irritada y perpleja porque no quiero a Elizabeth en el consejo estudiantil: la evito durante las clases porque me resulta insoportable con sus malditos guiños y su comportamiento errático. Lo más frustrante es que nadie parece notarlo, a todas les gusta. Es como si no viesen que hay un problema a pesar del peligroso numerito que montó el primer día con la cicloplaneadora en el patio de butacas. Le siguen el juego y, en consecuencia, le hacen creer que es irresistible, ¡pero no lo es! ¿¡Y qué iba a aportarnos en el consejo estudiantil que no tengamos ya!? La familia de Katya cuenta con una gran tradición dentro del campus y mueve contactos y temas financieros, además de aportar conocimientos de la historia de la propia universidad. Es posiblemente la más útil del consejo estudiantil. Satya está aquí porque es tradición que las alumnas que tienen la beca por haber obtenido la nota máxima formen parte de este consejo. Al fin y al cabo, venimos a la universidad precisamente para aspirar a la excelencia. A mitad del año pasado, hice campaña para que Moira fuese incluida y representase a las estudiantes de ciencias. Sabe cómo organizarlas para iniciar nuevos proyectos y actividades, qué necesitan y qué pueden conseguir de forma individual. Y yo soy la cara del grupo, pues la formación artística me ha proporcionado el carisma necesario para conducir cualquier evento público de forma impecable (además de mi popularidad, me gano el favor del alumnado sin apenas esfuerzo). ¿Qué va a hacer Elizabeth? ¿Representar a la facultad de artes escénicas a la que ya represento yo? ¿¡Ser la imagen del consejo que ya soy yo!?
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Suave como la seda [Overwatch]
FanfictionAmélie, una estudiante de artes escénicas en la prestigiosa universidad femenina de Overwatch, mide cuanto hace y dice para dejar en buen lugar a su familia. Tiene la ventaja de ser muy popular, pero le da pánico que alguien descubra su pasión por e...